El diccionario del Diablo
El Diccionario del Diablo de Ambrose Bierce es un trabajo sin desperdicio y uno de los libros sarcásticos más creativos alguna vez escritos. Este autor estadounidense del siglo XIX era un genio de la ironía, el cinismo y el humor negro. Quizás estas características se deban a que vivió una vida marcada por los problemas y los conflictos familiares, eventos que uno tras otro lo llevaron a querer escapar de su vida autoexiliándose en México con el fin de escapar de sus problemas en su tierra natal.
Injustamente poco reconocido en la actualidad, muere a principios del siglo XX cuando tras luego de una breve carta a un amigo, comentándole que la mejor manera de morir sería luchando en una guerra civil, decide unirse al ejército de Pancho Villa, tras lo cual se pierde todo rastro de su existencia y nunca más se vuelve a escuchar o saber algo de este.
El libro no solo consta de críticas personales del autor a la sociedad occidental. También está dotado de curiosidades históricas las cuales se relacionan perfectamente con las ironías de la sociedad de su era.
Algunas definiciones
Bufón, s. Antiguamente, funcionario adscripto a la corte de un rey, cuya función consistía en divertir a los cortesanos mediante actos y palabras ridículas, cuyo absurdo era atestiguado por sus abigarradas vestiduras. Como el rey, en cambio, vestía con dignidad, el mundo tardó varios siglos en descubrir que su conducta y sus decretos eran lo bastante ridículos como para divertir no solo a su corte sino a todo el mundo.
Batalla, s. Método de desatar con los dientes un nudo político que no pudo desatarse con la lengua
Belleza, s. Don femenino que seduce a un amante y aterra a un marido
Caaba, s. Piedra de gran tamaño ofrecida por el arcángel Gabriel al patriarca Abraham, que se conserva en La Meca. Es posible que el patriarca le haya pedido al arcángel un pedazo de pan.
Hábeas Corpus, s. Recurso judicial que permite sacar a un hombre de la cárcel cuando lo han encerrado por el delito que no cometió, y no por los que realmente cometió.
J. es una consonante en ingles, pero algunas naciones la usan como vocal, lo que es el colmo del absurdo. Su forma original, que ha sido apenas modificada, era la de la cola de un perro apaleado; en realidad, no era una letra, sino un signo que representaba al verbo latino «jacere», «tirar», porque la cola de perro asume esa forma cuando le tiran una piedra. Tal es el origen de esta letra, según lo ha explicado el prestigioso Dr. Jocolpus Bumer, de la Universidad de Belgrado. Quien divulgó sus conclusiones sobre el tema en una obra de tres volúmenes en cuarto y se suicidó al enterarse de que en el alfabeto romano la J no tenía cola.
Malechor, s. El principal factor en el progreso de la raza humana.
Ministro, s. Agente de un poder superior con una responsabilidad inferior.
Renunciar, v. t. Ceder un honor a cambio de una ventaja.
Urraca, s. Ave cuya inclinación al robo ha sugerido a algunos la posibilidad de enseñarle a hablar.
Vampiro, s. Demonio que tiene la censurable costumbre de devorar los muertos. Su existencia ha sido disputada por polemistas más interesados en privar al mundo de creencias reconfortantes que de reemplazarlas por otras mejores. En 1640 el padre Sechi vio un vampiro en un cementerio próximo a Florencia y lo espantó con el signo de la cruz. Lo describe dotado de muchas cabezas y de un número extraordinario de piernas, y no dice que lo vio en más de un lugar al mismo tiempo. El buen hombre venía de cenar y explica que si no hubiera estado «pesado de comida», habría atrapado al demonio contra todo riesgo. Atholston relata que unos robustos campesinos de Sudbury capturaron un vampiro en un cementerio y lo arrojaron en un bebedero de caballos. (Parece creer que un criminal tan distinguido debió ser echado a un tanque de agua de rosas). El agua se convirtió instantáneamente en sangre «y así continúa hasta el día de hoy», escribe Atholston. Más tarde el bebedero fue drenado por medio de una zanja. A comienzos del siglo XIV un vampiro fue acorralado en la cripta de la catedral de Amiens y la población entera rodeó el lugar. Veinte hombres armados con un sacerdote a la cabeza, llevando un crucifijo, entraron y capturaron al vampiro que, pensando escapar mediante una estratagema, había asumido el aspecto de un conocido ciudadano, lo que no impidió que lo ahorcaran y descuartizaran en medio de abominables orgías populares. El ciudadano cuya forma había asumido el demonio quedó tan afectado por el siniestro episodio, que no volvió a aparecer en Amiens, y su destino sigue siendo un misterio.
Col, s. Legumbre familiar comestible, similar en tamaño e inteligencia a la cabeza de un hombre. La col deriva su nombre del príncipe Colius, que al subir al trono nombró por decreto un Supremo Consejo Imperial formado por los ministros del gabinete anterior y por las coles del jardín real. Cada vez que una medida política de Su Majestad fracasaba rotundamente, se anunciaba con toda solemnidad que varios miembros del Supremo Consejo habían sido decapitados, y con esto se acallaban las murmuraciones de los súbditos.
Barba, s. El pelo que suelen cortarse los que justificadamente abominan de la absurda costumbre china de afeitarse la cabeza
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