Claudio Galeno, el médico de Roma
Cuando recordamos la medicina del pasado generalmente lo hacemos a partir de períodos oscuros y sombríos de la Historia, cómo por ejemplo el medioevo, donde la medicina era prácticamente una sentencia final. Pero anteriormente a estos períodos existieron otros períodos de mayor iluminación en los cuales, a pesar de carecer de tecnología, lograron avances científicos sin precedentes. Estamos hablando de los griegos y los romanos, observadores de la naturaleza por excelencia.
No solo plantearon la existencia del átomo miles de años antes que Rutherford y Dalton sino que también comprendieron la necesidad del oxígeno para la vida, mucho antes de que el gran Antoine Lavoisier, científico que fue injustamente ejecutado durante la Revolución Francesa, lo descubriera científicamente en su laboratorio. La llama vital, como la llamaron. Observando la naturaleza veían que lo primero que ocurría en un cadáver es que este dejaba de respirar y prontamente se enfriaba.
Por ésta razón dedujeron que al morir la llama de la vida, la cual calentaba la sangre, se extinguía. De manera sorprendente no estaban tan lejos de la realidad. La combustión, a manera de respiración celular, es decir, la descomposición de la glucosa en las células, es activada por el oxígeno. Mecanismo biológico que emana calor y que calienta el cuerpo.
Claudio Galeno, el médico de Roma
Claudio Galeno, considerado el primer médico de la historia, dio el nombre de Neuma al espíritu vital del aire. Esa porción del aire que es el alimento de esta llama de la vida. En su investigación sugería que la Neuma recorría los conductos respiratorios hasta los pulmones, y luego llegaba a los ventrículos del corazón.
No solo eso, sino que también deduciría que la sangre era llevada a través de las venas* alimentando con Neuma a los órganos. Más de un milenio y varios siglos después fue Lavoisier, tras una magnífica investigación empírica, descubre que la Neuma no era algo tan descabellado ni fantástico. Llamaría entonces oxígeno a este elemento.
Lamentablemente Lavoisier, quien era un noble de poco renombre, muere en la guillotina a manos de las hordas y las turbas iracundas de la Revolución Francesa, no pudiendo haber terminado su investigación. Peor aún los insultos hacia el pobre científico no terminaron con su ejecución, y el mismo continuó siendo humillado incluso un siglo más tarde.
* En la época de Galeno no diferenciaban entre venas y arterias.
La teoría de los cuatro humores
Desafortunadamente, a pesar de todos los avances que Galeno trajo al mundo y nueve técnicas médicas, Galeno sería el principal proponente de una teoría médica adoptada acérrimamente en Europa durante miles de años, y la cual siguió causando muertes hasta incluso bien entrada la Era Victoriana. La denomina teoría de los cuatro humores la cual dictaba que el cuerpo humano estaba compuesto por cuatro humores, los cuales generalmente eran líquidos, y un desbalance entre estos causaba las enfermedades. Esta teoría fue propuesta por otro legendario médico, Hipócrates, pero ampliada en gran medida por Galeno.
Esta teoría llevó a que se diagnostique a las personas dependiendo de su temperamento y ciertas características visibles de su personalidad las cuales estaban relacionadas con su estado de ánimo y no a su salud en sí. Algo completamente sabido hoy en día pero creído de manera religiosa cuando la teoría de los cuatro humores estaba en vogué. Las características de la personalidad anteriormente mencionadas que eran utilizadas para, por así llamarlo, «diagnosticar» a los pacientes eran las siguientes:
- Las personas flemáticas eran tranquilas y reflexibles, generalmente justas e incorruptibles.
- Las personas melancólicas eran reflexivas, inquietas y ansiosas. Prefieren el silencio y la soledad.
- Las personas sanguíneas son energéticas, poseen mucho vigor y son alegres.
- Las personas coléricas son perseverantes, con grandes ambiciones y rápidos al tomar decisiones. Son muy individualistas.
Cualquier falta de balance entre estos comportamientos, significaba un exceso de humor. No obstante, otros indicios podían indicar el exceso de un humor. Por ejemplo, si una persona tenía fiebre y sudaba mucho (calor y humedad) instantáneamente se pensaba que tenía un exceso de sangre, por lo que se procedía a drenarle parte de este tejido líquido. Hemos hablado en detalle sobre la teoría de los humores en nuestro artículo sobre la medicina del medioevo.
Sobre la medicina antigua
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