Es imposible saber cuándo exactamente fue inventado el tenedor, ya que como es de esperarse, hay decenas de atribuciones y relatos sobre su creación. Sin embargo, al menos podemos saber como es que se logró imponer en la mesa como utensilio de facto (los modales en la Mesa Medieval ciertamente eran muy distintos a los actuales). Allí hablábamos sobre lo errada y confundida que está la gente de hoy en día al pensar que en la mesa medieval se comía de manera salvaje y rudimentaria, cuando en realidad, existían varios códigos de conducta establecidos.
No obstante, esto necesariamente no significaba que se utilizara un tenedor. Efectivamente un cuchillo y un pincho (básicamente una varilla de metal con una punta afilada y un mango de madera en su otro extremo) eran todo lo necesario para poder cortar, separar y llevarse la comida a la boca sin que las manos de los comensales tocasen los alimentos.
El tenedor llega a Europa en el siglo XI de la mano de Teodora quien no solo era una chica muy escandalosa sino que además era la hija del Emperador Bizantino Constantino Ducas -recordemos que el Imperio Bizantino eran los rezagos del Imperio Romano en Oriente que habían sobrevivido a la caída del Imperio Occidental-. Su padre, buscando expandir su poder, decide casarla con el Dux de la poderosa e inmensamente rica República de Venecia, Domenico Selva.
Entre las tantas pertenencias que Teodora lleva a su nuevo hogar sería un extraño utensilio de mesa con forma de bidente que logra cautivar la atención de todas las figuras de la aristocracia veneciana.
Prontamente comienza a vislumbrarse una lenta pero cada vez más común adopción del tenedor las mesas de la aristocracia veneciana, ya sea porque verdaderamente lo encontraban más práctico o porque simplemente querían estar a la moda y mostrarse siguiendo las costumbres de la familia más poderosa de la república.
Esta lentitud fue debido a que en un principio el rechazo era general, de hecho, varios nobles como Catalina de Bulgaria y Carlos V de Francia intentaron importarlo en sus países pero no consiguieron éxito alguno, ya que la mayoría de las personas consideraba la combinación de cuchillo, pincho y cuchara más que suficiente.
Al presentar el utensilio solo se encontraban con las miradas de desaprobación de sus comensales, quienes preferían seguir comiendo a la vieja usanza y evitar lastimar sus labios y bocas con tan monstruosa maquinación.
Es que de hecho los primeros tenedores, además de solo contar con dos dientes eran tan afilados y puntiagudos que ante el más pequeño descuido o error de cálculos se pasaba un muy mal momento. Si bien rechazado por la nobleza en un principio el tenedor encontró un nuevo público adepto entre las masas populares, quienes generalmente no deseaban desafilar sus dagas sosteniendo comida constantemente con estas.
Hoy en día sabemos que ya para el año 1423, gracias al trabajo de Marques de Villena y su tratado Arte Cisoria, a los nobles no les queda otra que adoptar la costumbre que ya se había difundido por el mundo entero.
De todas maneras, el tenedor continuaría siendo una rareza y no sería hasta el siglo XVIII y en algunos casos hasta el siglo XIX que las primeras fábricas nacionales de tenedores abrirían sus puertas en Europa.
Más sobre la comida en la antigüedad
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― Los modales en la mesa y la comida medieval
― Codex Romanoff II, los modales en la mesa renacentista
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