Ludwig Eduard Boltzmann fue un pensador y científico austriaco del siglo XIX que realizó aportes de importancia fundamental al campo de física. Sus principales aportes estuvieron orientados al campo de la física estadística, en especial el estudio de las propiedades de los átomos y y el estudio de las propiedades físicas de la materia.
Además de la investigación Boltzmann era un educador, oficiando como profesor universitario de física. Si bien gran cantidad de alumnos se enrolaban en sus clases, este genio de las matemáticas y la física tenía un gran defecto, no consideraba que el alumno promedio no poseía su mismo nivel de inteligencia.
Por la razón anterior cuando Bolzmann daba clases muchas veces sus alumnos tenían dificultades al seguir el ritmo del profesor, principalmente ya que este no consideraba el uso de pizarras como algo necesario, y tranquilamente podía seguir y resolver las ecuaciones en su cabeza mientras dictaba los temas. Esto terminaría llevando a una hilarante situación de la cual hablaremos a continuación.
Si bien en el pasado hemos hablado de anécdotas hilarantes de matemáticos, como por ejemplo las andanzas de Norbert Weiner, el matemático más despistado de la historia, o la particular anécdota de Steinmetz y la marca de tiza de los $10 mil dólares, la siguiente anécdota de Boltzmann y sus alumnos no tiene desperdicio.
La promesa de Boltzmann
Mientras impartía una clase sobre gases ideales, Boltzmann realizaba mentalmente complicados cálculos que para él no suponían ningún problema. Sus estudiantes sin embargo no podían seguirlo, por lo que uno de ellos le pidió que realizase los cálculos en la pizarra. Boltzmann pidió disculpas y prometió que la siguiente vez lo haría mejor.
En la siguiente lección , Boltzmann comenzó diciendo: «Caballeros, si combinamos la ley de Boyle con la ley de Charles obtendremos la ecuación p·V=p0·V0·(1+a·t). Ahora es claro que aSb = f(x)·dx·x(a) y también que VS·f(x, y, z)·dV=0. Esto es tan simple como que uno más uno son dos».
En este momento Boltzmann recordó su promesa y fue escribiendo concienzudamente en la pizarra 1 + 1 = 2.
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