La Piedra filosofal
Cuenta la leyenda que de todos los alquimistas que invirtieron sus vidas en la búsqueda de la Piedra Filosofal solo uno tuvo éxito. Corría el siglo XV y los alquimistas comenzaban gradualmente a diversificar su atención del mundo material hacia la medicina, no era para menos, ya que las pestes carcomían sin la menor piedad a las poblaciones de toda Europa. Recomendamos que leas nuestro artículo sobre Qué es la piedra filosofal para comprender los conceptos y la historia detrás de la misma.
Nicolas Flamel
Sin embargo, entre los oscuros pasillos de las librerías de París, habitaba un singular y llamativo personaje de personalidad excéntrica y de inmensa sabiduría llamado Nicolas Flamel. Del cual se dice, con un poco de inocencia y otro poco de romanticismo, que ha sido el único en alcanzar dos de las metas soñadas por todo alquimista: Obtener la piedra filosofal; y descubrir el secreto de la inmortalidad.
El alquimista francés Nicolas Flamel no fue el único obsesionado con estos temas. Por ejemplo, en el siglo XVII otro alquimista llamado Giuseppe Balsamo, quien se hacía pasar por un conde llamado Alessandro di Cagliostro, ganó una gran popularidad entre la aristocracia de su siglo, ya que este, según juraba, había logrado desarrollar un tratamiento basado en la metamorfosis de las larvas de mariposas que, de practicarse en humanos, garantizaba la inmortalidad. El tratamiento de Balsamo era completamente inefectivo y, de hecho, era extremadamente perjudicial para la salud de quienes lo practicaban.
La leyenda del alquimista inmortal
Si bien realmente existió un alquimista llamado Nicolas Flamel, incluso su casa, que hoy en día es un restaurante parisino, y parte de su laboratorio son conservados, es lógicamente improbable que la historia sea cierta -quien me lea regularmente sabe que tengo una mirada extremadamente escéptica del mundo, pero también saben que me fascina el folclore, la mitología y las leyendas- así que tomaremos todo lo que sigue a continuación no como un hecho factible sino como una bella y colorida leyenda:
Cuenta la leyenda que una fría noche mientras Nicolas buscaba información sobre piedras un extraño hombre, el cual se presenta a sí mismo como Abraham el Judío, se le acerca y tras una breve charla le regala un curioso libro. El libro estaba cargado de escrituras Cabalistas y Mitología Griega, algo que llamó inmediatamente la atención de Flamel. Inmediatamente tras recibirlo se pondría la meta de descifrar sus secretos, tarea que consumiría toda su vida. Como era tal el caudal de información y misterios que la obra contenía, Nicolas, se encuentra en la necesidad de consultar a varios sabios, por lo que comienza a recorrer el mundo.
Viajando a España, en tierras Andaluzas, se entrevista con varias autoridades religiosas y lentamente va creando manuscritos explicando el libro. Un día, gracias a la fortuna, logra encontrar al «Maestro Canches», un hombre de inmensa sabiduría, y quien sería su llave para develar el misterio. Tras muchas charlas deciden viajar hacia París, con el desgraciado resultado de la muerte de Canches por una enfermedad durante el viaje. Tal acontecimiento no frenaría el deseo de Nicolas y este, muy empeñado, lograría tras varios años descifrar los misterios del tomo y conseguir la deseada Piedra.
Una vez con la piedra en su poder Flamel se volvió extremadamente rico y comenzó, como un Bill Gates de antaño, a aburrirse del dinero y regalarlo. Decenas de hospitales, librerías y escuelas fueron construidas bajo su padrinazgo -y curiosamente algunos edificios aún conservan escrituras con su nombre-. De todas maneras el tiempo iría depredando su salud y la vejez prontamente llegaría a hacerle una última llamada.
A su muerte su entierro fue llevado a cabo de la manera exacta que Nicolas había exigido, incluso fue utilizada una extraña lápida cargada de simbologías y runas -que hoy se encuentra expuesta en el Museo de Cluny-. Pasado un tiempo de su muerte ya todo el mundo se había olvidado del extraño personaje, pero, como no queriendo irse, Flamel sorprendería al mundo incluso una vez más.
Unos meses después de su entierro, por cuestiones legales, debe abrirse su tumba ante la rigurosa mirada de abogados y hombres de ley. Lo que estos hombres, ni el pueblo entero, podían haber imaginado es que al abrir la tumba esta se encontraba vacía sin ningún resto humano y sin ninguna señal de forzamiento o rotura. Quedando así el destino del viejo alquimista en el más oscuro y absoluto de los misterios.
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