Las reuniones del cardenal
En el pasado hemos hablado sobre la gradual adopción del tenedor en la mesa europea y sobre los mitos de bestialidad en la mesa medieval (al menos entre las clases más pudientes). Hoy volveremos a visitar en cierto grado el tema y hablaremos sobre el origen de los cuchillos de punta redondeada, es decir, los que fueron durante siglos los cuchillos de mesa por excelencia.
Curiosamente, podríamos pensar cientos de justificaciones para su utilización, sin embargo, su origen es mucho más raro de lo que podamos llegar a imaginar en un principio, y todo tuvo lugar tras que uno de los personajes más famosos de la historia, el cardenal Richelieu, se hartara de los malos modales de uno de sus amigos en la mesa. Un hombre tan maleducado, grosero y repugnante que, sin quererlo, cambió el curso de la historia.
El maleducado canciller
El cardenal Richelieu era una personalidad visitada por todo tipo de dignatarios no solo por motivos oficiales sino también por las amistades que este tenía entabladas con los grandes reyes y magnates del siglo XVII. En efecto, Richelieu era una figura religiosa simplemente por conveniencia. Su ocupación principal era la de manejar influencias e información, ciertamente una figura de gran peso político.
Una de estas personalidades era nada más y nada menos que el canciller parisino Pierre Séguier, famoso por su extenso linaje de familiares juristas y… su mala costumbre de eructar y comportarse como todo un cerdo en la mesa. Simplemente su posición de poder y sus malas costumbres eran una combinación mortal, la cual le daba toda la impunidad para actuar de semejante manera.
Richelieu, quien debía de soportar estos impropios regularmente a causa de las visitas oficiales, sin embargo, no podía tolerar el que este canciller se limpiara los dientes con los cuchillos. Esto es algo que está documentado en varias de las cartas del cardenal, quien consideraba el limpiarse los dientes en la mesa con la vajilla como un insulto al huésped. No obstante, Séguier era el canciller de París, y no podía simplemente echarlo o no invitarlo a las galas.
Richelieu intentó varias maneras de terminar con estas costumbres, desde poner mondadientes en finos receptáculos de oro a su alcance, hasta incluso llegar a sugerirle en persona que sus acciones le producían una notable molestia. Nada pudo convencer al canciller de abandonar su hábito.
De esta manera ordenó crear una vajilla cuyos cuchillos presentaran bordes circulares y no en punta. Séguier dejó de limpiarse los dientes y prontamente estos cuchillos se pondrían de moda en toda Francia y el resto del mundo.
Debido a la influencia y los contactos de Richelieu así como sus monumentales banquetes visitados por miembros de las cortes más poderosas de Europa, sus cuchillos redondeados serían vistos como algo refinado y de buen gusto por lo que los irían adoptando con el tiempo.
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