En el siglo XVII Galileo Galilei anunció una serie de descubrimientos valiéndose de crípticos anagramas para evitar que estos cayeran en las manos erradas. Este fue el principio de una serie de casualidades que llevaron a Johannes Kepler a tratar de resolverlos, fallando en todos sus intentos.
Sin embargo, de manera por demás curiosa y casual, a pesar de haber estado errado en el contenido real de los anagramas y haber decodificado por error algo completamente diferente a lo que escribió Galileo originalmente, Kepler descubrió las dos lunas de Marte y la mancha de Júpiter.
Debemos recordar que durante este período de la historia se puso de moda entre varios investigadores involucrados en tópicos controvertidos para la época el utilizar todo tipo de cifrados y anagramas para ocultar sus descubrimientos. En especial a partir del siglo XV y en adelante gracias a la monumental obra de Johannes Trithemius, la Steganographia, libro pionero sobre el cifrado de datos y la ofuscación de la información.
Al descubrir algo que le era imposible de explicar Galileo enviaría una carta al embajador toscano en Praga en agosto de 1610 cuyo contenido se constituía de un texto muy extraño:
SMAISMRMILMEPOETALEUMIBUNENUGTTAUIRAS.
Su destinatario, al leer el mensaje, quedó perplejo ante la extrañez del mismo. Razón suficiente por la que lo enviaría a una persona cuya genialidad y fama de decodificador eran mundiales, ni más ni menos que Kepler.
Al recibir el mensaje Kepler inmediatamente descubrió una secuencia en latín a la que, debida su pobre gramática, denominaría «un bárbaro verso latino». Este decía:
Salve umbistineum geminatum Martia proles -Salve, ardientes gemelos hijos de Marte-.
Al instante, y más aún, ya que estaba en concordancia con sus ideas geométricas del universo, Kepler creyó que Galileo había descubierto dos satélites marcianos. Infortunadamente esa no era la solución del mensaje, pero en una gran casualidad de la historia la interpretación de Kepler no estaba errada…, ya que siglos después se descubrirían Deimos y Fobos.
Viendo que el mensaje permanecía volando por el éter sin solución Galileo unos meses después decide revelarle el contenido al Emperador Rodolfo. Este era:
Altissimum planetam tergeminum observavi -He observador el planeta más alto en triple forma-.
Anunciando de esta manera el descubrimiento de los anillos de Júpiter.
Kepler vuelve a estar «correctamente errado»
Pasado unos meses Galileo envía otro anagrama, esta vez a Julián de Médicis, con el texto: Haec immatura a me jam frustra legunturoy. Kepler, decidido a resolverlo por una cuestión de honor, tras un tiempo piensa haber descubierto el siguiente mensaje:
Macula rufa in Jove est gyratur mathem, etc -en Júpiter hay una mancha roja que gira matemáticamente-
Otra vez Kepler vuelve a estar errado en la resolución del mensaje… sin embargo dos siglos después se descubriría que de hecho Júpiter posee una gran mancha roja giratoria. Al no ser resuelto Galileo revela el contenido real del mensaje:
Cynthiae figuras aemulatur mater amorum -La madre del amor emula la forma de Cynthia-.
Galileo anunciaba con este mensaje haber observado que Venus presentaba fases como la Luna, confirmado de esta manera que dicho planeta gira alrededor del Sol.
Otros astronomos de importancia
Siglos más tarde, específicamente en el siglo XIX, el estudio de Júpiter se vio beneficiado en gran medida gracias a la llegada de astrónomos como Edward «ojos de aguila» Barnard, el astrónomo con la mejor visión de todos los tiempos, lo que le permitió discernir pequeños detalles a través de su telescopio y así descubrir nuevas lunas y características del rey de los planetas.