Estafadores carismáticos
En el pasado hemos hablado sobre personas con un carisma tan alto que no solo fueron capaces de, literalmente, vender la Torre Eiffel dos veces, sino que además estafaron a mafiosos tales como Al Capone y le hicieron creer que le estaba haciendo un favor, como fue el caso de Victor Lustig, el más legendario de todos los estafadores. Así mismo, hemos hablado sobre personas de dudoso prontuario que, gracias a la ignorancia colectiva, lograban vender curas y terapias completamente inefectivas, como el experto en «chichonología», la lectura de chichones. No obstante, y de manera sorprendente, existió un hombre que combinaba ambos aspectos: Giuseppe Balsamo.
A continuación hablaremos sobre este singular personaje que, pretendiendo ser un prestigioso conde, vendió a la aristocracia del siglo XVII un tratamiento para la inmortalidad que era tan ridículo como nocivo para la salud, con consecuencias mortíferas si se decidía seguirlo hasta el final (de hecho, este era el truco de Balsamo para justificar la falta de inmortalidad, ya que la gran mayoría de sus víctimas abandonaba a mitad del tratamiento).
Giuseppe Balsamo
Nacido en una humilde familia de mediados del siglo XVII en Palermo, Italia, bajo el nombre de Giuseppe Balsamo prontamente comenzó a preocuparse por la muerte, por lo que sus investigaciones en cultos, alquimia, sectas y pócimas le hicieron ganar un gran caudal de conocimientos en el tema.
Debemos mencionar que entre los siglos XIV al XVIII conceptos tales como la alquimia y el ocultismo tenían una amplia aceptación social entre las clases sociales más pudientes, y, de hecho, toda la sociedad en general. Personajes tales como el misterioso Nicolas Flamel, otro alquimista que buscó la inmortalidad y crear la mítica piedra capaz de convertir plomo en oro, es decir, la Piedra filosofal, abundaron por toda Europa.
Tras cambiarse la identidad y hacerse pasar por el conde Alessandro di Cagliostro, sus elixires y pócimas «alargadoras de vida» lo hicieron famoso entre la nobleza, incluso llegando a medicar al Rey de Francia y su Corte Real o al mismísimo Benjamin Franklin. No obstante, su logro más morboso sería su singular sistema para alcanzar la inmortalidad:
El tratamiento para la inmortalidad
Luego de ver que las larvas se convertían en mariposas al encerrarse en un capullo y que los fetos se producían dentro del «capullo maternal», como se denominaba en la época, pensó que podía convencer a la gente de que esta era la clave a la regeneración natural. Su sistema se basaba en encerrar a la persona en una bolsa hecha con sabanas colgadas al techo con el fin de que esta permaneciera «regenerándose» por un par meses dentro del capullo.
Sobre condes y estafadores: el hacerse pasar por un conde nos recuerda a otro hombre que practicaba una «medicina fuera de lo común», más precisamente un hombre que experimentó con la resucitación, el falso conde Carl Von Cosel, el hombre que intentó resucitar a su amada.
Durante su estadía como larva la persona debía solo alimentarse de un caldo de pollo y vivir entre sus excrementos, los cuales caían por un oportuno orificio ubicado en la tela. En teoría el «tratamiento» en un principio provocaba la pérdida del cabello y los dientes, los cuales luego renacían bellos y jóvenes al igual que una mariposa.
La excusa era que para que nazcan las «nuevas partes» primero había que deshacerse de las viejas. Por supuesto que esto eran puras patrañas, y el pelo y los dientes se perdían a causa del escorbuto y las infecciones para nunca más ser recuperados.
Increíblemente un número no conocido de voluntarios se ofrecieron a probar el «tratamiento», debieron sufrir fuertes ataques de picaduras de piojos, el escorbuto y las infecciones. Los desafortunados que lograron sobrevivir terminaron en un estado patético.
Y yo que pensé que nunca iba a encontrar un tratamiento más extraño que este.
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