Los actos circenses de salón
El ambiente de los cabarets de principios del siglo XX era muy distinto a lo que comúnmente podemos imaginar. Si bien en los mismos reinaban y se apreciaban los bailes altamente coreográficos de las bellas bailarinas que componían las troupes de baile, y los grandes actos de magia como los realizados por magos legendarios como el gran Cardini, eran los actos de carácter circense los más buscados por los concurrentes.
Los cabarets eran un espacio para olvidarse del puritanismo y la estructuración social reinantes en la época, donde incluso los caballeros de grandes familias podían ir y a comer como glotones, reírse de los espectáculos chabacanos con el menor de los decoros y divertirse durante toda la noche en grandes mesas donde tras las grandes comilonas y los litros de alcohol era común que se termine cantando en grupo y bailando sobre la mesa.
Es en este contexto social, este microcosmos de libertad cultural ofrecido por los cabarets, donde artistas como Le Pétomane triunfaban y se volvían extremadamente populares entre todas las clases sociales.
Le Pétomane
Joseph Pujol, mejor conocido por su nombre artístico Le Pétomane -El Pedomano-. Joseph tenía total control de sus músculos abdominales por lo que podía producir flatulencias a gusto y placer, causando con esto estallidos de carcajadas entre la audiencia.
Con el tiempo y tras un gran entrenamiento aprendió a tocar la flauta con sus flatulencias e incluso simular el ruido del motor de un camión o el de un trueno, así como además «tararear» las melodías de las canciones populares de la época. Pujol incluso era famoso por ser capaz de imitar canciones de más de un minuto, algo que ciertamente nos da una idea de la inusual capacidad de su esfínter.
Artistas del cuerpo: estos artistas que realizaban actos con su cuerpo eran llamados artistas del cuerpo. Entre ellos encontrábamos a los faquires, como por ejemplo Dajo, el hombre capaz de atravesar su cuerpo con espadas, y el egipcio Hadji Alí, la fuente humana.
Su acto más popular y aclamado consistía en su propia interpretación del terremoto de San Francisco de 1906. Ganó tal fama que se convirtió en uno de los actos más aplaudidos del Moulin Rouge, incluso convirtiéndose en uno de los artistas mejores pagos de su época llegando a cobrar la tentadora suma de 20 mil Francos por función.
En los cabarets además de los actos ya mencionados se realizaban todo tipo de actos con disfraces extremadamente extraños. Un gran ejemplo de esto es el cerdo antropomórfico que hacía estallar de la risa a todos los caballeros de la París de principios del siglo XX para luego convertirse en una estrella del cine mudo, triunfaban.