La corona del Imperio Romano
«El coliseo es una sinfonía de arcos» es una de las frases más ciertas de la arquitectura universal, ya que el Coliseo romano, uno de los edificios más famosos e históricos del planeta, es una sucesión de arcos en armonía. Si bien los remanentes del presente distan mucho de la magnanimidad que supo tener en sus albores, debido a la destrucción que sufrió durante el Medioevo, muchas veces con cientos de campesinos arrancando las placas de mármol de sus paredes año a año, el Coliseo, no obstante, permanece siendo una de las más grandes maravillas tanto de la arquitectura como de la ingeniería debido a su tamaño, su antigüedad y sobre todo su gran e inteligente simpleza.
La simple construcción del Coliseo romano
El Amphitheatrum Flavium, o Coliseo, fue el epítome del poderío romano. Pensando enteramente como una demostración del poder romano al mundo, razón por la cual Gibbon lo definió como «La corona misma del Imperio». Es imposible verlo en persona y no asombrarse ante la magnitud e historia que existe en sus muros. Sin embargo, lo más sorprendente de esta súper-estructura clásica no es su complejidad en si, sino la simpleza que esta aparente complejidad esconde tras de si. Como mencionamos al principio de este artículo una verdadera sinfonía de arcos sucesivos en sucesiones repetitivas que conforman la superestructura elíptica y escalonada del estadio.
Comenzado por el Emperador Vespasiano entre los años 70 y 72 DC y terminado por otro emperador de la dinastía Flavia en el 80 DC, el Coliseo continuaría siendo modificado y adornado por sus sucesores.
Diseñado para alojar de 42 a 52 mil espectadores -según la importancia del evento, ya que muchas veces varias plazas de parado eran eliminadas para alojar asientos-, en él no sólo se realizaron algunas de las matanzas y batallas más impresionantes de la historia, sino que además llegaron a reproducirse batallas navales con barcos reales que navegaban sobre una superficie de agua que era llenada con cientos de miles de litros de la misma antes de cada naumaquia.
Semejante grandeza y simbolismo estuvieron planeados desde un principio. El Coliseo no sólo era un anfiteatro más de los tantos que había en el Imperio, era la corona en honor a la dominación romana, el hito que anunciaba ante el mundo que Roma era la reina indiscutida del mismo.
Los juegos de los romanos: son conocidas las luchas de gladiadores en Roma, muchas de las cuales escribieron paginas la Historia; como los dos gladiadores enemigos a muerte que hicieron las paces en la arena y ganaron la admiración del emperador. Sin embargo, algo que apasionaba a los romanos mucho más que las batallas entre gladiadores eran las carreras de carrozas. Uno de estos corredores, Cayo Apuleyo Diocles, se convirtió en el deportista mejor pago de toda la historia, incluidos los deportistas estrella modernos.
Como hemos ya mencionado en el párrafo anterior, la obra fue planeada en el año 70 por el emperador Vespaciano y las tareas de construcción comenzadas en el año 72. Siendo terminada sólo ocho años después en el año 80 bajo el imperio del emperador Tito. No obstante, el coliseo que conocemos es el ampliado por Domiciano entre los años 81 y 96, efectivamente los tres emperadores de la denominada Dinastia Flavia.
No obstante, la magnitud del proyecto significó un gran problema a los ingenieros de Vespasiano: cómo construir semejante estructura de la manera más eficiente y económica posible. No sólo lo lograron con éxito, sino que el edificio durante casi 2000 años sobrevivió desde terremotos hasta los bombardeos sobre Roma de las guerras mundiales.
Para su construcción se emplearía un concepto que recién se haría popular siglos más tarde durante la Revolución Industrial: la serialización y modularización estructural.
Explotando al máximo una de las formas más empleadas en las construcciones romanas, el arco que le dio su integridad estructural a casi todas las obras arquitectónicas de la época, el Coliseo es una elipse formada por una serie repetitiva de los mismos, todos con la misma forma y tamaño, pero divididos en tres niveles.
Belleza clásica: es difícil imaginar el esplendor de los grandes edificios clásicos en el presente. No obstante, existen en el mundo contadas reconstrucción 1:1 que muestran la grandeza de algunos de estos edificios de manera única, como la perfecta reconstrucción del Partenón: Cómo era el Partenón antes de ser destruido.
La única diferencia entre estos arcos se encuentra en el tamaño de los mismos de cada nivel, y en los arcos que acentuaban la curvatura de la elipse. Estas series de sucesiones de arco permitieron emplear obreros no muy entrenados y obtener igualmente un resultado óptimo, ya que los mismos realizaban una y otra vez la misma tarea. Repitiendo todo una y otra vez bajo el mando de sus capataces hasta completar la elipsis que da forma al coliseo romano.
Vista superior del coliseo completo con su techo extensible durante su época de gloria:
Al finalizar su trabajo específico en cada arco, el obrero se movía a realizar exactamente la misma tarea en el arco vecino, mientras que al mismo tiempo su lugar era ocupado por un obrero que se encargaba de realizar otra tarea en el arco en el que se encontraba trabajando previamente. Esta metodología resulta muy similar a la vista en las líneas de ensamblado modernas.
Una vez construida la estructura principal, las gradas fueron realizadas utilizando un ingenioso y liviano sistema de distribución de peso.
El coliseo como cantera de mármol
Desafortunadamente, el coliseo terminó siendo utilizado como cantera de mármol tras que el gran parte de su estructura colpsara en el terremoto que azotó a Roma en el siglo XIV. Hemos hablado de este hecho en el siguiente artículo.
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