Es famosa la historia de los francotiradores rusos Vasily Zaitsev e Iván Sidorenko, quienes durante la invasión alemana a Volgogrado -antigua Stalingrado- y la campaña Este-Europea hicieran famosa la frase «un tiro, una muerte» a causa de su destreza con el rifle, y quienes además sembraran el terror en las tropas alemanas al causarles más de 500 bajas, cada uno, de la manera de eliminación más silenciosa y psicológicamente deteriorada que se pueda obtener: el tiro efectivo a distancia.
Sin embargo, la cantidad de bajas sufridas por Rusia -se calcula que durante un lapso el ratio fue de 26 soldados rusos muertos por cada soldado alemán, y, además, considerando que el 75% de las bajas alemanas tuvieron lugar en el frente este-europeo- varias mujeres fueron alistadas en puestos especiales del ejército de la Unión Soviética.
Dos de estas serían Natalia Kovshova y Maria Polivanova quienes formarían un equipo de tiro y cálculo de tiro -la persona que asiste al tirador, o en este caso tiradora, informándole de las variables ambientales y climáticas así como de las cercanías al blanco- que causaría más de 300 bajas entre las fuerzas alemanas.
Al enterarse de la existencia de éstas mujeres francotiradoras, la moral del ejército alemán se vio muy disminuida ya que el nivel de precaución que debían tener de ahora en más en los puntos de control y en las patrullas se vio incrementado a niveles extenuantes, ya que de aquí en adelante no solo debieron de estar atentos a los hombres de los poblados sino que también a las mujeres de los mismos, quintuplicando el número de vigías y «ojos» -ya que a causa de la guerra las mujeres superaban en número ampliamente a los hombres-.
Su leyenda crecería a aun más cuando efectivamente eliminaran a cinco francotiradores de élite del ejército alemán que habían sido enviados en su búsqueda; y así como también a más de 20 oficiales de rango y 10 oficiales de alto rango del Tercer Reich.
Otras dos francotiradoras muy famosas, ya que no superaban los 20 años y eran físicamente muy atractivas, fueron Roza Shanina con 59 bajas y Nina Lobkovskaya con un estimado de 89 a 95 bajas enemigas (izquierda a derecha respectivamente).
Un dato interesante es que generalmente se escabullían a territorio controlado por las fuerzas opositoras disfrazadas de campesinas o pastoras, llevando sus rifles desarmados en canastas o el pelaje de las ovejas.
Una vez ubicadas detrás de las líneas o los flancos débiles, esperaban a los contraataques del ejército soviético para «picar» oficiales de rango de las filas alemanas. Esta tarea hubiese sido imposible para un hombre ya que, justamente para evitar este tipo de «tenazas» generalmente se les prohibía transitar tan libremente por territorio controlado por las tropas alemanas.
No obstante, la francotiradora solitaria más mortífera de todas sería Lyudmila Pavlichenko quien acumularía, confirmadas, 309 muertes, entre estas la de un general de campo alemán. Uno de sus modos de operación más eficiente era el de aprovechar su poco peso para ocultarse en las copas de los árboles, buscar un claro, y controlar las rutas de abastecimiento utilizadas por los alemanes. Con el tiempo, su habilidad se haría muy famosa entre las líneas aliadas y del eje.
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