Los festivales japoneses
Las imágenes del carnaval carioca, donde carrozas adornadas de manera extravagante recorren las calles mientras una infinidad de bailarines y bailarinas danzan al ritmo de la samba en trajes emplumados es una de las características más reconocibles de Brasil. No obstante, a miles de kilómetros ocurre todos los años algo similar: el carnaval carioca de Japón.
Japón es uno de los países con una de las historias y culturas más ricas del mundo, y sus festivales nativos ya son de por si sorprendentes. Desde el festival de las cometas de Sagami, un festival donde los participantes construyen y luego vuelan gigantescas cometas de casi una tonelada de peso, hasta el festival de los fuegos artificiales de Katakai-Matsuri, donde se lanzó el fuego artificial más grande del mundo, y en el norte de Japón el festival de la nieve de la ciudad de Sapporo, donde se construyen edificios en tamaño real hechas con hielo y nieve.
Si bien los anteriores son todos festivales nativos a la cultura japonesa, el festival carioca del cual hablaremos en detalle a continuación es el producto de la geopolítica de la segunda mitad del siglo XX.
El carnaval carioca de Japón
Inmigración a Brasil
Terminada la Segunda Guerra Mundial Japón quedó completamente destruido. No solo las bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki tuvieron un efecto devastador sobre la población y la infraestructura, sino que los ataques con bombas incendiarias en Tokio y otras grandes ciudades japonesas causaron un daño colosal en la tradicional arquitectura de madera y paredes de papel del país nipón (algo que probó ser muy útil en el pasado para mitigar el efecto y la destrucción de los terremotos, gracias a la liviandad de dichas estructuras, irónicamente, en la guerra se terminó convirtiendo en una maldición).
Dicho nivel de destrucción llevó a que tenga lugar una corriente migratoria importante hacia países en el sur de Asia y América Latina, especialmente Brasil y en menor medida Perú. Emigración que tuvo su punto máximo durante las décadas del cincuenta y del sesenta, ya que gracias a varios acuerdos comerciales entre Brasil y Japón muchos de los inmigrantes japoneses lograron cultivar y exportar toneladas de alimentos trayendo así un beneficio a ambos países, ya que Brasil lograba exportar una cuantiosa cantidad de toneladas anuales mientras que Japón recibía los alimentos que necesitaba.
Cuando Japón logró su meteórica reconstrucción y volvió a ser un país rico y desarrollado, muchos de los descendientes de los inmigrantes originales emigraron a Japón gracias a la visa nisei (una visa especial para los hijos de japoneses que emigraron a otros países). Estas personas fueron se llamaban a si mismas Dekasegi (lejos del hogar) y debieron adaptarse a la cultura y el estilo de vida japonesa.
No obstante, consigo llevaron las costumbres y cultura brasilera al Japón, creando así un carnaval en medio de Tokio todos los años.
El carnaval japonés
Si nos despertáramos en medio de un carnaval que transcurre en un gigantesco Sambodromo. Y que a su vez se encuentra adornado con decenas de carrozas y miles de bailarines danzantes con trajes emplumados al son de la samba. Inmediatamente pensaríamos que estamos en Rio de Janeiro. No obstante, no siempre es así, y bien podríamos estar en Tokio. Más precisamente en el distrito de Asakusa, donde desde hace más de 40 años se festeja el segundo carnaval carioca más grande del mundo.
La festividad creció tanto en la última década, al punto que los bailarines y escuelas de samba del Brasil son contratadas exclusivamente para entrenar a los bailarines japoneses y también participar durante el carnaval.
Así mismo, junto a la popularidad y crecimiento del evento, la festividad se ha vuelto toda una atracción turística interna muy importante (es decir el turismo japonés interno), ya que es algo completamente distinto a lo que se puede ver habitualmente en Japón. Razón por la cual los trajes y carrozas continúan creciendo en complejidad y diseño con cada iteración del carnaval.