El burro Lolo
Corría el año 1910 y una exposición muy importante realizada en el famoso Salón de los Independientes en París, se celebraba una exposición de arte visual en la cual se le daba espacio a nuevos artistas. Un artista utilizaría esta exposición para reírse del snobismo en la comunidad artística de su época en un evento que hoy nos recuerda al papelón más grande en la historia de la ciencia.
Si bien la exposición sería muy concurrida por artistas de varios estilos, sería una pintura expresionista de nombre «Coucher de soleil sur l’Adriatique» -Atardecer en el Adriatico- la que cautivaria la mayor cantidad de opiniones y opiniones. La misma, realizada por el enigmático y desconocido artista Rafael Boronali, estaba compuesta por un conjunto de trazos fuertes y caóticos, colores amarillos y anaranjados que, según algunos de los críticos más respetados de Francia representaba «un acto de furia natural» y «una maravilla del arte expresionista».
Habiendo crecido la fama de la misma a un punto considerable, aparecería un escritor y pintor que, tras presentarse bajo su seudónimo de Dorgelés, suministró pruebas irrefutables demostrando que Rafael Boronali era en realidad un burro llamado Lolo.
Dorgelés, cuyo verdadero nombre era Ronald Lecavelé, había planeado todo con un amigo. Poco tiempo antes de la exposición habían llevado a Lolo a un lugar tranquilo y, tras ponerlo de espalda a un lienzo, procedieron a atarle varios pinceles en la cola, extremidad con la cual el inocente burro crearía varias obras artísticas al mover su cola felizmente.
Una vez que todo estuvo en su lugar, solo alcanzó con ofrecerle varias zanahorias a Lolo para que éste, tan feliz, moviese su cola en un vaivén interminable. Tras ver el resultado en el lienzo, el mismo daría a Dorgelés la impresión de una costa durante el atardecer.
Rafael Boronali: es muy probable que Dorgelés haya creado el nombre del falso artista en honor al renacentista Rafael, quien era todo un bromista en si mismo. Por ejemplo, Rafael, junto a Bramante, sugirieron a Miguel Ángel para que éste pinte la Capilla Sixtina esperando que el joven escultor y pintor falle la colosal tarea.
Los críticos se convertirían en el hazmerreír de todo París, y el interés por la obra crecería a tal punto que la misma terminaría siendo vendida en la para nada módica suma de 400 francos.
Al momento de la broma Dorgelés tenía 24 años. Y si bien su intención no era la de criticar a los artistas en sí, sino a los críticos de arte, ganaría varios enemigos en el proceso, quienes vieron en la broma/experimento del joven un insulto y un improperio hacia su profesión y posición social en el ambiente artístico.
Un experimento similar realizado en España
Como vemos este es otro de los ejemplos, y debemos decir uno de los más graciosos, en los cuales un bromista logra engañar a la élite intelectual. Curiosamente, pero a su vez no sorprendentemente, no fue ni será el único de este tipo de bromas o experimentos.
En efecto en España se realizó un experimento similar, en el cual un programa de televisión logró engañar a los concurrentes a una exposición de arte expresionista y surrealista colgando un cuadro pintado por varios niños pequeños a escondidas.
El resultado del experimento anterior también fue hilarante, ya que, al entrevistar a los concurrentes a la exposición, estos, con tal de no ser expuestos como «personas poco entendidas en el arte surrealista», daban sus propias interpretaciones y alababan el talento «del artista».
Animales pintores que no son bromas
Si bien el burro pintor Lolo fue una simple broma, en el mundo hay animales que, en efecto, realizan sus propias obras de arte. Los dos mejores ejemplos de esto son Koko, una gorila que ademas de hablar en lenguaje de señas era capaz de pintar y los fascinantes elefantes pintores del Centro de Conservación de Elefantes de Tailandia. Paquidermos entre los que se encuentra Paya, un elefante que además de pintar es capaz de retratarse a si mismo.