El chimpancé Oliver, el eslabón perdido que no fue

Durante varias décadas de la segunda mitad del siglo XX un grupo de científicos estuvo convencido de haber encontrado al mítico eslabón perdido.

Hace un tiempo hablábamos sobre los sueños de Stalin por poseer un ejército de híbridos simios-humanos que no cuestione órdenes, incluso las más inhumanas. Sueño para el cual contaría con los servicios del científico Ilya Ivanov, quien intentaría crear un híbrido simio-humano. En el mismo, mencionábamos la existencia de Oliver, un chimpancé que durante varios años tuvo convencidos a varios investigadores sobre la posibilidad veraz de la existencia de híbridos chimpancé-humanos.

Fotografía del chimpancé Oliver.
Fotografía emblemática de Oliver. el chimpancé del que muchos creyeron era el eslabón perdido entre el simio y el hombre debido a su forma erguida de caminar. La misma recorrería el mundo.

Adquirió a una edad muy temprana por los entrenadores Franl y Janet Berger, los cuales se encontraban buscando animales en la antigua Zaire, actual Congo, Oliver demostraría con el paso de los años que no era un bonobo normal.

El hecho de poseer facciones que asemejaban a las de un hombre y el caminar perfectamente erguido sin utilizar sus brazos como apoyo eran cualidades que, incluso para los más escépticos, resultaban intrigantes y hasta sospechosas. De hecho, prontamente surgiría la teoría de un híbrido chimpancé-humano, una aberración natural producto de la cruza entre hombres y simios.

Otros, incluso, llegaron a proponer que en realidad se trataba de una nueva especie, una que conformaba el eslabón evolutivo perdido entre simios salvajes y humanos –debemos tener en cuenta que este concepto era muy popular por aquella época, e incluso varios biólogos respetados creían en la posibilidad de encontrar una nueva especie con una capacidad mental y física intermedia-

No obstante, el simio comenzó a desarrollar una notable atracción hacia su entrenadora humana, por lo que temiendo un accidente, decidirían venderlo en 1976. Su nuevo dueño, un abogado oportunista neoyorquino, no lo dudaría ni un segundo, y comercializaría Oliver como, en efecto, el eslabón perdido.

Así sería que lo harían recorrer países, en un show insensible de fenómenos. Especialmente en japón, donde se usó con la situación presentando información falsa y aseveraciones exageradas sobre el comportamiento racional del mismo -una de ellas representándolo con ropa y tomando de una copa-.

Usufructuado a más no poder, al año siguiente sería vendido a un parque de atracciones, donde permanecería varios años. Para el año 1989 Oliver sería comprado por la Buckshire Corporation, laboratorio que se dedicaba a la experimentación cosmética. Su nuevo hogar, en el que viviría durante 9 largos años, sería una pequeña jaula que lo obligaba a permanecer encorvado.

Fotografía del chimpancé Oliver.
Oliver de viejo, en la reserva. Disfrutando una de sus comidas preferidas: uvas.

Razón por la cual Oliver terminaría desarrollando una atrofia muscular y quedando casi ciego. Recién en 1998 sería finalmente enviado a un santuario para chimpancés, una reserva especializada donde podría vivir en armonía y al aire libre. Lugar en el que permanece actualmente, atendido correctamente por veterinarios y expertos en rehabilitación animal.

El misterio develado

El único misterio sobre Oliver fue el producto de la exageración y las mentiras. Si bien Oliver presenta varias discrepancias a nivel genético en ciertos marcadores encontrados en los chimpancés, estas se deben más que nada a mutaciones aisladas, y no al producto de un híbrido chimpancé-humano.

De hecho, un estudio realizado por la Universidad de Chicago en 1996 ha demostrado que Oliver no solo posee la cantidad de cromosomas esperados en un chimpancé, sino que además su morfología craneal y otros aspectos particulares del mismo se encuentran entre los márgenes esperados para su especie.


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