A mediados de los 90, Noruega y los Estados Unidos comenzaron una de los mayores investigaciones meteorológicas del Ártico. En las etapas finales de la misma, un cohete con instrumental, sería lanzado cerca del territorio ruso. Por supuesto, nadie podía sospechar que el deteriorado instrumental de alerta de la ex-Unión Soviética casi activa un sistema de respuesta nuclear automática. Lo que hubiese causado un holocausto nuclear.
Técnicamente, y en condiciones normales, el cohete lanzado por Noruega nunca debiese haber activado los sistemas de alerta rusos, ya que las trayectoria ni la altura del mismo indicaban ser las necesarias como para alcanzar territorio perteneciente a la fallecida URSS. Sin embargo, lo que debía ser una tarea rutinaria, estuvo a punto de convertirse en una tragedia a causa del paupérrimo estado de los aparatos electrónicos en los centros de control y satélites rusos -de los 21 satélites estipulados en el diseño original, sólo funcionaban 3-.
Las computadoras de alerta medirían dos aspectos del cohete como amenazadores. El primero es que utilizaba los impulsores de un misil americano modelo «Honest John», cedido por los EEUU a Noruega, y el segundo radicaría en que, al superar los 13 metros, el aparato sería catalogado como un misil «Trident II» -temidos, ya que eran considerados como la mayor amenaza, al ser lanzados desde submarinos-.
Al instante de analizar los datos, el sistema automático de respuesta ruso activaría gran parte de la infraestructura nuclear del país, incluido el famoso «maletín nuclear» de Boris Yeltsin. Desesperados, militares de alto rango intentaron llamar a Yeltsin, quien, según palabras del Comandante del Centro Estratégico de Misiles, Igor Sergeev, se encontraba indispuesto tras una noche de festejos.
Pasados los 10 minutos desde la alerta a Yeltsin, y tras intensivos intercambios telefónicos entre burócratas y desesperados comandantes de centros de lanzamiento, las computadoras de alerta calcularían que el misil noruego, confundido con uno americano, se dirigía hacia el mar, por lo que, 8 minutos antes de la línea de decisión, Yeltsin podría cancelar la alerta antes de que esta entre en la fase de respuesta asincrónica. -es decir, de permitir a los comandantes de centros de lanzamientos decidir si lanzar o no los misiles. Este sistema, justamente, se impuso para habilitar una capacidad de respuesta nuclear en caso de una «decapitación repentina» de la cúpula de mando-.
Irónicamente, Noruega, cuya intención era estudiar la Aurora, había avisado al gobierno Ruso con varias semanas de anticipación. Sin embargo, esto pareció haber caído en oídos sordos.
Enlaces relacionados
– Enlace del CSIS -Center for Strategic International Studies- a un documento de 1997 comentando la crisis y la posibilidad de repetición en el futuro.
– Artículo de la PBS sobre el incidente