Solo a causa de una corazonada que va por encima de la ciencia y los hechos, tengo muy enraizada en mí la idea que en el pasado, gracias a las casi inexistentes demandas y la falta de advertencias ridículas que nos avisen que el café «es caliente» o tocar un cable de alta tensión «puede matar», la gente era mucho más descuidada y solía cometer ciertos actos que hoy en día escapan a la lógica de lo sano y entran en el terreno de la locura masoquista.
Es entonces que llegamos a la conclusión de ¿que mejor manera de publicitar la durabilidad de nuestro cristal antibalas que poniendo a nuestra joven familiar tras de este y disparar con un rifle?
Switchback Railway
Es así que llegamos a una de las primeras montañas rusas de la historia, la Switchback Railway, fabricada y regenteada por LaMarcus Adna Thompson y abierta al público en 1884 y tan peligrosa que durante los primeros meses de funcionamiento, para así animar al público a subirse, se ofrecía un seguro de vida de 1000 dólares -una suma considerable para la época- en caso de desastre. Incluso peor aún, existía una «zona de seguridad» entre la montaña rusa y los paseantes de la feria, ya que no era raro el que algún madero de la estructura principal se desprenda y caiga al vacío.
No obstante, y para ser justos, la fama de peligrosidad y gran índice de mortalidad de la misma era solo eso, fama, ya que su recorrido era más bien una línea recta con unas pocas curvas ascendentes y descendentes y el carro iba a 9,6 kilómetros por hora. Lo anterior no parece mucho comparado con las montañas rusas modernas, las cuales posee intrincados loops, vueltas completas y tirabuzones. No obstante, debemos recordar que la Switchback Railway era una montaña rusa enteramente hecha a partir de madera, y con conocimientos en ingeniería estructural limitados a los conocimientos de finales del siglo XIX. Teniendo esto en cuenta, lo logrado con la misma es realmente asombroso y muy avanzado y arriesgado para su época.
Nada como romperse una pierna y volar por el canal
En fin, la aviación pionera, empresa que sí requería la dosis justa de valentía y locura. La fotografía a continuación, tomada un 25 de julio de 1909, es el mejor ejemplo de lo temerario y arriesgadas que eran las personas del pasado. En la misma vemos a un piloto en muletas, el mismísimo Louis Blériot, con su pierna astillada a causa de un accidente previo, montarse en un bello Blériot Type XI (primera década del siglo XX), y atravesar La Manche con un cielo tormentoso, en un avión al que la menor turbulencia lograba tumbar y sacar de curso. Terminaría ganando las 1000 libras de premio ofrecidas por el Daily Mail al primero en cruzar volando el canal en un avión más pesado que el aire.
Meses después, en agosto de ese mismo año, Blériot se accidentaría en Reims, saldría vivo, en la imagen de la derecha puede verse el resultado. Si bien la imagen parece señal de su muerte, esto no fue así, y el mismo viviría hasta 1936.
Si quieres leer más sobre Blériot y sus aviones te recomendamos el siguiente artículo Volando en un avión de 101 años en el cual un intrépido piloto del siglo XXI se atreve a volar en uno de los aviones de Blériot. Este ingeniero y piloto de pruebas francés fue además una figura clave en volver populares en occidente a los denominados carros a vela durante principios y mediados del siglo XX.