Crisipo de Solos es quizás el mejor ejemplo de la turbulenta historia de la humanidad. Uno de los máximos intelectuales de su época, fue considerado durante su vida, hace unos 2200 años, como el Segundo Fundador del estoicismo y sus trabajos en matemática llegaron a ser de suma importancia. De hecho estableció al 1 como un número abstracto en si, algo que otros griegos como Aristóteles no aceptaban.
Sin embargo, por una serie caprichos del destino y varios descuidos, todos sus textos se han perdido en las arenas del tiempo. Y de sus más de 700 trabajos, sólo se conservan citas realizadas por varios personajes de importancia cultural.
No es de extrañar entonces que Crisipo, a pesar de haber formado e influenciado el pensamiento de varios personajes que cambiaron el rumbo de la historia, es hoy día prácticamente un desconocido. Tristemente, olvidado por el tiempo mismo.
Su vida
Su padre fue Apolonio de Tarso, era de muy baja estatura y realizaba una variada cantidad de actividades físicas, especialmente la de correr a larga distancia. Su vida fue turbulenta desde temprano. Perdió su herencia a temprana edad confiscada por el mismo rey y esto llevo a que se deba trasladar a Atenas para iniciar sus estudios bajo el tutela del estoico Cleantes.
Era muy confiado de si mismo, algo que notan los otros filósofos que lo citan, y refundó la escuela de pensamiento histórico. Lo único que tenemos de su obra son algunos fragmentos citados por Séneca, Cicerón, Plutarco, Marco Aurelio y Galeno entre varios otros.
Su muerte, un tanto extraña: murió de un ataque al corazón tras explotar a carcajadas al ver como su burro, borracho éste, intentaba a duras penas comer un par de higos. No obstante, otro relato sobre su muerte dice que le afectó el vino sin diluir que estaba tomando.
La villa de los papiros
Sin embargo, hay esperanzas a futuro. Quizás algún día vamos a poder recuperar la obra de Crisipo ya que hay textos de su autoría hallados en la Villa de los Papiros, una biblioteca romana «congelada en el tiempo» tras ser devorada y enterrada por las cenizas del volcán que consumió a la ciudad de Herculea, que junto a Pompeya, se ha convertido en el mayor tesoro arqueológico de la historia.
Esta pertenecía a un adinerado y poderoso romano, Calpurnio Pisón, amante ferviente de la cultura cuya rica y bien provista biblioteca quedaría enterrada en las cenizas volcánicas que calcinarían a la ciudad, de esta manera quedando congelada en el tiempo.
Al presente sólo se han procesado una pequeña cantidad de documentos de la misma, principalmente ya que, literalmente, se debieron de inventar y crear nuevas tecnologías para esta tarea. Por lo que en el futuro, con suerte, quizás se puedan encontrar más fragmentos perdidos y desconocidos de los clásicos de la antigüedad.