La leyenda japonesa de la princesa lunar Kaguya Hime

La milenaria leyenda japonesa de Kaguya Hime, princesa lunar, es una de las primeras historias del mundo en hablar de seres extraterrestres.

Uno de los planteos más interesantes sobre la posibilidad de un encuentro con vida extraterrestre que pude leer vino de la pluma del gran Arthur C. Clarke. Clarke decía que estadísticamente, si observamos primero la cantidad de milenios que el ser humano permaneció en un estadio pre-histórico y luego, tras el establecimiento de la civilización, el carácter geométrico del avance tecnológico, sería casi imposible encontrar a otra especie de «hombres» -es decir, seres con una estructura socio-cultural y tecnológica relativamente similares a la nuestra-. De hecho, lo más probable es que, si se diera el caso, nos encontraríamos con seres en un estado evolutivo simiesco y muy primitivo o, de lo contrario, con seres tan avanzados tecnológicamente cuya tecnología y forma de vida nos resulten indistintas de la magia misma, literalmente, con el poder de un «ángel» ante nuestros ojos. Algo que, desafortunadamente, se ha respetado muy poco en la ciencia ficción.

Durante la Guerra Fría, que indiscutiblemente supo ser la ‘edad dorada’ de la ciencia-ficción con temática extraterrestre, se vivió un período en el cual Occidente prácticamente se obsesionó con seres de otros mundos, muchos de los cuales reflejaban el miedo popular hacia una guerra nuclear. Para entender esto, debemos notar que a la Unión Soviética no se la veía como realmente era, es decir un estado internamente fracturado y en crísis, sino que Occidente la percibía como un poderoso coloso capaz de aplastar al resto del mundo si así lo deseaba.

Grabado de la princesa Kaguya Hime.
La princesa lunar Kaguya Hime. Una de las primeras historias de fantasía especial alguna vez escritas.

Es así que nos llegan joyas del cine y la literatura como ‘It Came From Outer Space’, ‘Invasion of the Body Snatchers’, etc. Todas estas, si bien representaban extraterrestres muy poderosos, a la vez les daban una carácter intrínsecamente humano, ya que en realidad representaban tanto a la ideología comunista -Body Snatchers- como a la Unión Soviética y sus espías -It Came From Outer Space-. Más tarde, se pondrían de moda los «ángeles» mencionados por Clarke, seres tan avanzados y poderosos cuya existencia y tecnología nos resultan imposibles de comprender. Vemos surgir obras tales como «2001: A Space Odyssey», en la cual seres extraterrestres controlan la evolución humana, y «Contact» de Carl Sagan en la cual los seres son tan poderosos que llegan a modificar la estructura misma del universo con el fin, a manera de legado, de dejar escondido un mensaje.

No obstante, si bien me fascina la ciencia-ficción moderna -si es que a Asimov, Bradbury, Clarke, Miller, et al se les puede seguir diciendo «modernos»- dos de mis interpretaciones preferidas vienen del pasado lejano. Una es el viaje a la Luna de Luciano de Samosata, del cual ya hablamos, y otra, de la que hablaremos aquí, es la leyenda japonesa de más de mil años sobre la princesa lunar Kaguya Hime -Princesa Luna.- en la cual, un anciano y su esposa encuentran a una niña dentro de una planta de bambú. Niña que no resultaría ser humana:

Había una vez un anciano que vivía con su esposa. Un día fue a una plantación de bambú para recolectar brotes, y se encontró allí con un árbol de bambú que tenía luz en su interior. Se preguntó por qué y sintió una gran curiosidad acerca de lo que habría dentro.
Cuidadosamente cortó el bambú y se quedó asombrado al encontrar a un precioso bebé en el interior. Decidió recogerla y llevarla a su casa. Consultó con su mujer que hacer con el bebé, y llegaron a la conclusión de que era un regalo de Dios. Decidieron llamar a la niña Kaguya-Hime (Princesa de la Luz Brillante). A partir de aquel día, cada vez que el anciano cortaba bambú, encontraba oro dentro de él, no tardó en hacerse rico y construir una gran casa.

Varios años después, el bebé creció y se convirtió en una linda joven. Todo el mundo la conocía porque era elegante y hermosa. Cinco príncipes llegaron a su casa para pedir su mano en matrimonio. Ella era reacia a casarse, así que les propuso varias tareas imposibles para llevar a cabo antes de conseguir casarse con ella.


El primero quedó encargado de traer el caliz sagrado de Buda que se encontraba en La India. Al segundo príncipe se le encargó recuperar una legendaria rama hecha de plata y oro. El tercero tenía que intentar conseguir la legendaria túnica hecha con el pelo de la rata de fuego, que se dice que está en China. Al cuarto, una joya de colores que brillaba al cuello de un dragón. Al último príncipe, le encargó una concha preciosa que las golondrinas guardaban como un tesoro. La princesa pidió cosas que nadie sabía que existían y estaban muy desilusionados.


Luego de esto, los jóvenes dejaron de ir por algún tiempo a la casa del viejito ya que todos estaban buscando los deseos de la princesa. Un día, llego el primer hombre y trajo la taza de Buda que la princesa había pedido, pero él no fue a India como ella lo pidió, en su lugar trajo una taza sucia de un templo cerca de Kyoto. Cuando la princesa lo vio, ella supo inmediatamente que esta no era la taza de Buda, porque aunque era muy vieja y estaba hecha de piedra, la taza que era de India siempre tenía un brillo sagrado.
El segundo no tenía idea de donde podría encontrarse una rama de plata y oro, además no quería hacer un largo viaje y como él era muy rico, decidió ordenárselo a unos joyeros. Luego le llevó el regalo a la princesa. Era tan maravillosa que ella pensó que realmente se trataba de lo que había pedido y pensó que no podría escapar del matrimonio con este joven de no ser porque los joyeros aparecieron para preguntar por su dinero. De esta manera la princesa supo que la rama no era la verdadera, y por tanto, no era lo que ella había deseado.


El tercero, a quién se le había pedido la túnica de pelo de rata de fuego, les dio una gran cantidad de dinero a algunos comerciantes que iban a China. Ellos le trajeron una piel vistosa y le dijeron que pertenecía a la rata de fuego. Se lo llevó a la princesa y ella dijo “realmente es una piel muy fina. Pero el pelo de la rata de fuego no arde, aún cuando se tira al fuego. Probémoslo”. Y ella tiró la piel en el fuego, y como era de esperar la piel ardió en unos minutos, el joven se fue enfadado y avergonzado.


El cuarto era muy valiente e intentó encontrar el dragón por sí mismo. Navegó y vagó durante mucho tiempo, porque nadie supo donde vivía el dragón. Pero durante una jornada, fue asediado por una tormenta y casi muere. No podía buscar más al dragón y se fue a su casa. De vuelta en su hogar, se encontraba muy enfermo y no pudo volver con la Princesa Kaguya.


El quinto y último de los hombres buscó en todos los nidos, y en uno de ellos pensó que la había encontrado; pero al bajar tan aprisa por la escalera se cayó y se lastimó. Ni siquiera lo que tenía en su mano era la concha que la princesa había pedido, sino una golondrina vieja y dura.


De este modo todos habían fallado, y ninguno podría casarse con la princesa. La reputación de la princesa era tal, que un día El Emperador quiso conocer su extraordinaria belleza. El Emperador quedó prendado de la joven y le pidió que se casara con él y fuera a vivir a su palacio. Pero la princesa rechazó también su propuesta, diciéndole que era imposible ya que ella no había nacido en el planeta y no podía ir con él. No obstante, El Emperador no pudo olvidarla y siguió insistiendo.


Ese verano, cada vez que la princesa miraba la luna sus ojos se llenaban de lágrimas. Su anciano padre quiso saber qué le ocurría, pero ella no respondió. Cada día que pasaba la joven estaba más triste y siempre que miraba la luna no podía dejar de llorar. Los ancianos estaban muy preocupados, pero la princesa guardaba silencio. Un día antes de la luna llena de mediados de agosto, la princesa explicó por qué estaba tan triste. Explicó que no había nacido en el planeta, sino que procedía de la luna, a dónde debía regresar en la próxima luna llena, y que vendrían personas a buscarla.


Los ancianos trataron de convencerla de que no partiera, pero ella contestó que debía hacerlo. Así que el anciano corrió en busca del Emperador, y le contó toda la historia, enviando éste último una gran cantidad de soldados a casa de la princesa. En la noche de la luna llena de mediados de agosto, los guerreros rodearon la casa en su intento de proteger a la princesa, mientras ésta se hallaba en el interior con sus padres esperando por la gente de la luna que vendrían a por ella. Cuando la luna se puso llena, una inmensa luz los cegó a todos y la gente de la luna bajaron a por la princesa, los soldados no pudieron combatir porque estaban cegados por aquella inmensa luz y porque extrañamente habían perdido las ganas de luchar.


La princesa se despidió de sus padres, y les dijo que no deseaba irse, pero que tenía que hacerlo. También se despidió del Emperador por medio de una carta. El desolado Emperador envió un ejército entero de soldados a la montaña más alta de Japón, el gran Monte Fuji. La misión encargada era subir hasta la cima y quemar la carta que Kaguya-Hime había escrito, con la esperanza de que llegara a la ahora distante princesa.
Años después, de la luna cayó la capa que las personas de la luna le dieron a la princesa Kaguya-Hime. Un monje, llamado Miatsu, que pasaba por ahí se enteró de la historia de la princesa y fue a ver al Emperador. Le dijo que si alguna vez la luna llena aparecía más de lo debido, llevaran la capa al Monte Fuji y lo quemaran. Cuando el Emperador preguntó la razón, el monje le dijo que la princesa Kaguya había recibido la carta que el había quemado tanto tiempo atrás, y que se encontraba molesta por no haberse podido quedar en el planeta, por lo que había decidido convertir a la tierra en un lugar como la luna: sin espacio ni tiempo, sumida en la noche eterna, para poder regresar. El Emperador le pidió al monje que sellará a Kaguya en un lugar del cual jamás pudiera salir. El monje Miatsu lo hizo así, en un espejo del palacio (que fue conocido como espejo de la vida o de la luna) con los cinco objetos que la princesa había pedido a sus pretendientes, como llaves de abertura y cerradura del portal entre la luna y la tierra (el monje los tenía); de esta forma la humanidad estaría a salvo del poder de la princesa. La capa de Kaguya-Hime fue entregada a una familia reconocida y ancestral de la que se decía que sus miembros poseían poderes espirituales.


La princesa Kaguya se enteró por medio de un susurro de un sirviente del palacio que estaba encargado de cuidar el espejo que la mantenía cautiva del hechizo y el engaño del Emperador, así que le pidió a una de las personas de la luna que hiciera que del Monte Fuji cayera fuego, lava, cenizas y gases venenosos que causaran la muerte de la región entera. La persona así lo hizo, y tomando la furia de la princesa como componente principal, creó al volcán (antes era nada más una montaña), que no hizo erupción debido a que la rabia de la princesa no era suficiente así que tenían que esperar hasta que la rabia de la princesa se acumulara y fuera la suficiente para hacer estallar al volcán. Desde entonces las erupciones del Fuji (pocas en la historia), han sido violentas, debido a la furia de Kaguya-Hime.

Luciano de Samosata y los viajes a la luna en la literatura

Otra historia de ciencia ficción fantástica sobre seres lunares y viajes a la luna fue escrita durante los tiempos del Imperio Romano por el escritor Luciano de Samosata. Puedes leer más al respecto siguiendo este enlace.

También puedes leer nuestro artículo sobre las predicciones de los viajes a la luna en la literatura.