Hace algunas semanas vi una intrigante fotografía mostrando a un habitual pez de la piscifauna de los fiordos noruegos. Si bien el artículo bromeaba con que se trataba de un delfín noruego, en realidad, este pez de apariencia tan temible, capaz de inspirar a cualquier marino vikingo del pasado a creer que si en las costas podía llegar a existir tal bestia ciertamente en las profundidades las aqvabestiae lo iban a estar esperando, es un rape.
Y aunque no lo parezca, son bastante inofensivos si no se los provoca. Curiosamente todos los rapes que vemos son hembras, ya que los machos son extremadamente diminutos en tamaño y su ciclo de vida consiste en buscar a una hembra, morderla, y lentamente «derretirse» para adherirse permanentemente a la misma y transformarse en nada más que un apéndice reproductivo suministrador de semen.
Existiendo en dos variedades, el rape blanco y el rape rojo, y siendo capaz de llegar a pesar más de 90 kilos y alcanzar el metro y medio de largo, éste pez es muy popular en la gastronomía ya que tiene un gusto similar tanto en sabor como en textura al de la langosta. Curiosamente por lo anterior se lo solía llamar langosta de pobre. No obstante, hoy día su precio es elevado.
Si bien ya no son un plato común en la cultura noruega, estos siguen siendo parte de algunos platos tradicionales de dicho país escandinavo. En efecto, en el pasado cuando Noruega era un país pobre durante el siglo XVIII y el siglo XIX este pez era parte de la dieta de quienes pudiesen encontrarlos en las costas o pescarlos.
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