Carl Von Cosel
Del conde Carl Von Cosel ciertamente se ha hablado mucho, y no es para menos, ya que el mismo ha transitado ese camino que lleva a la vida de una persona al territorio de las leyendas, en pocas palabras, un Dr. Frankenstein moderno.
Siendo, como toda leyenda, presa fácil de la exageración y los anecdotarios hiperbólicos sobre su vida. Desde libros contando versiones exageradamente románticas sobre su insana obsesión hasta oscuras obras de ficción basadas en sus experimentos. No obstante, si de algo podemos estar seguros, es que su obsesivo amor por aquella bella joven cubana lo llevó a desafiar a la misma muerte.
El objetivo de este artículo es el de describir de qué se trata ese Frankensteiniano dispositivo visto en la fotografía. Siendo, sin embargo, imposible tal tarea sin contar primero la historia de su creador y su rara obsesión con la muerte.
Un conde en América
Nuestro protagonista nace en el año 1877 en la ciudad alemana de Dresde (ciudad que sería prácticamente arrasada durante la Segunda Guerra Mundial) bajo el nombre de Carl Tanzler, desde temprana edad fue desarrollando gran interés por la ciencia y la cultura, principalmente por la medicina, la biología, la electrónica y la música. Intereses que fueron alimentados por su gran inteligencia y rapidez mental.
A la edad de 49 años abandona a sus hijas y esposa en Alemania para mudarse a los Estados Unidos, haciéndose pasar por Carl Von Cosel un conde cuyo estado y propiedades habían sido completamente destruidas durante la Primera guerra mundial, aunque según otras versiones éste álter ego sería asumido más tarde. Allí comienza a trabajar como radiólogo y patólogo en uno de los hospitales más importantes de Key West, estado de la Florida, alternando su trabajo con su tiempo libre, el cual utilizaba para construir todo tipo de invenciones así como dispositivos electrónicos que, luego, y como veremos en unos instantes, se irían volviendo cada vez más extraños.
En 1930, nuestro inventor conoce a la mujer que logra robarle el corazón, y sin exagerar también podríamos decir que la cordura. Ésta era una joven cubana llamada Elena Milagro Hoyos quien desgraciadamente, y para infortunio de todos, era una más de los tantos pacientes que ingresaron al hospital durante la epidemia de tuberculosis de los años treinta. Si bien la mujer de principio rechazó la proposición de matrimonio realizada por Carl, éste, enamorado por completo y convencido que era la mujer que lo visitaba en sus sueños desde su adolescencia, comenzó a investigar y crear todo tipo de aparatos eléctricos y medicinas para intentar aliviarla.
No obstante, Elena muere a finales de 1931 a la edad de 22 años y el «conde», decidido a traerla de nuevo al mundo de los vivos, crea una máscara mortuoria de su rostro mientras que al mismo tiempo comienza a diseñar un sistema para conservar su cadáver.
Una técnica revolucionaria: muchas de las técnicas y químicos de conservación utilizados por Tanzler eran revolucionarios para la época. Por ejemplo, los cerebros conservados en el «panteón de cerebros de genios soviéticos» casi 40 años después aun continuan utilizando estas técnnicas.
Atormentado con la muerte de la joven una de sus primeras acciones consistió en construir un mausoleo de concreto diseñado por él mismo, el cual además de prevenir que el cadáver de la difunta fuese desintegrado por los elementos, como hubiese ocurrido con una tumba normal, contaba con un sistema de conservación que valiéndose de un tanque de incubación con capacidad para suministrar al hermético féretro de Elena con una solución de aldehído y otros compuestos metanales lograba así evitar su putrefacción.
Obsesión non sana
Por casi dos largos años el atormentado hombre visitaría a diario al ya ricamente ornado templo que erigió para su amada quien en vida, según relatos emitidos durante el juicio, dudosamente le habría correspondido. Su tiempo lo pasaba escribiendo y hablándole a Elena por un sistema de parlantes conectados a su féretro, asegurándose también mediante la realización de distintos experimentos que ésta no estuviera enterrada viva.
Atosigado por las sospechas y los rumores ajenos, Carl decide entonces exhumar a Elena en el mes de abril por la noche, aprovechando así la abundante luz lunar. Una vez exhumado el cuerpo lo lleva a su nuevo hogar, una pequeña casa cerca del mar que además se encontraba junto al fuselaje del Condesa Elaine, un dirigible adquirido y reparado por él mismo con el cual planeaba «volar hacia las estrellas» una vez concluida la resurrección (recordemos que los dirigibles estaban de moda en la época, al punto que la DELAG, la primera linea aérea comercial en la Historia, utilizaba exclusivamente dirigibles).
Los siguientes siete años estarían definidos por los frenéticos intentos por lograr la resurrección de su amor imposible, todo, documentado en un meticuloso y bien detallado diario personal que también servía a manera de cuaderno de apuntes. Durante este período Carl utilizó todo su tiempo en la empresa de inventar dispositivos eléctricos que luego utilizaba para intentar reanimar a Elena, aparatos entre los que se encontraban jaulas de Faraday, en las cuales introducía a Elena por prolongados períodos de tiempo, electrodos para suministrar poderosos electrochoques en distintas frecuencias y ritmos y, entre los más espectaculares, una bobina de Tesla capaz de generar arcos de 1 millón de voltios.
Las bobinas de Tesla: estas bobinas, famosas por los impresionantes rayos que generan, fueron creadas por el gran ingeniero Nikola Tesla a finales del siglo XIX (quien en un principio intentó venderlas al ejército como un arma) y las mismas, debido a su impacto visual, capturaron la imaginación de los pioneros de la ciencia ficción quienes las utilizaban en sus películas para así sorprender al público, como por ejemplo las primeras películas de Frankenstein. Muy posiblemente fue de estas películas de donde el conde obtuvo la idea de utilizar una bobina de Tesla.
Lógicamente sus intentos e inventos eran en vano, y el pasar del tiempo no hacia más que aumentar el deterioro físico del cadáver. Pero el alemán era imbatible, por lo que al mismo tiempo realizaba además todo tipo de trabajos preservativos sobre el cuerpo de Elena. Trabajos que iban desde unir sus huesos con alambre de piano, reemplazar sus ojos, confeccionarle una peluca hecha a partir del propio cabello de la joven, vaciar sus órganos y conservarlos en jarras de terracota al mejor estilo egipcio y rellenar su cuerpo con tela de lino embebida en aldehído.
El trabajo más intenso ciertamente era el que requería la piel del cadáver, por lo que Carl constantemente la limpiaba y lavaba con aceites naturales preservativos, talcos antisépticos, perfumes y, para darle un aspecto más natural y a la vez otorgarle una capa protectora, pintaba con ceras naturales. Si bien mantenerla requería mucho trabajo Carl parecía disfrutar el tiempo transcurrido junto a su inmóvil novia, y por las noches tocaba melodías para ella en el órgano de aire que él mismo había construido; vistiendo a su vez a la difunta, o lo que quedaba de ésta, con un blanco vestido de novia.
A juicio por necrofilia
Los rumores sobre las actividades de Carl llevaron a que la hermana de Elena decidiera espiar la casa de éste, quedando horripilada al ver por una de las el oscuro ritual de amor -aunque otras versiones dice que la mujer confrontó directamente al mismo Carl y éste la invitó a pasar a su alcoba, donde pudo ver al cadáver de su hermana vestido de novia simulando dormir en una cama matrimonial-. Horrorizada lo denuncia ante las autoridades, quienes visitan prontamente la casa del hombre para así realizar toda una serie de aterradores descubrimientos, desde la momia de Elena hasta las extrañas máquinas de Carl.
Psudociencia moderna: los principios del siglo XX vieron un resurgimiento de la seudociencia, concretándose algunos de los experimentos más difíciles de entender y extraños en la Historia. Desde los experimentos de telepatía entre perros y humanos del Dr. Krall hasta los
Un gran revuelo supo armarse entre la población local, pero curiosamente éste no tuvo como catalizador la indignación popular sino la sorpresa; resultando no en una opinión general condenadora sino que en muchos casos hasta favorable hacía el anciano inventor, a quien se lo veía como bizarro Romeo que intentó desafiar a la misma muerte para no perder a su amada. Tal era el caso que varios regalos llegaron a la comisaría en la cual Carl se encontraba detenido e incluso dos amigos pagaron la fianza de mil dólares puesta por la corte para permitir su liberación hasta el juicio.
Tras ser analizado por psicólogos, quienes declararon que el hombre no estaba loco, la corte no pudo encontrar una justificación razonable para encarcelarlo, ya que habían pasado siete años desde la profanación del cuerpo, razón por la cual Carl fue prontamente dejado en libertad y sólo se lo penaría con un castigo mínimo.
Pasados unos años Carl queda prácticamente sin dinero y se muda a vivir con su hermana, aprovechando ésta etapa de su vida para escribir sus memorias y mostrarle la máscara de Elena a morbosos turistas.
En 1952 se lo encuentra muerto en una casa abandonada tras una denuncia por malos olores, abrazado a su máscara de Elena. Tiempo más tarde los empleados del cementerio encargados de enterrar a Elena durante el juicio, confiesan haber aceptado un soborno para entregar el cuerpo y enterrar un ataúd lleno de piedras, por lo que se sospecha que el juicio no fue el final de ésta necrótica historia de amor.
De condes falsos
Curiosamente éste hombre no fue el único falso conde que intentó crear un tratamiento relacionado a la vida y la muerte. En el siglo XVII el falso conde Alessandro di Cagliostro, cuyo verdadero nombre era Giuseppe Balsamo, engaño a un gran número de la aristocracia de su siglo con un «tratamiento para la inmortalidad» completamente falso.
Las necrografías
Ciertamente la odisea de Carl Von Cosel fue uno de los episodios más extraños en la Historia moderna y a su vez sombríos. En cierta manera nos recuerda al arte perdido de la necrografía, una moda victoriana en la cual se fotografiaba a los muertos de una familia con el fin de mantener su imagen «con la familia» a futuro.