Si bien la historia de la astronáutica tanto humana como robótica está plagada de hazañas y odiseas, como pueden ser las misiones Apolo, el satélite viajero ISEE-3/ICE o los atrapa satélites, sólo para mencionar a unos pocos, es quizás la odisea de la sonda Mariner 4 y su equipo de controladores humanos la que mayor emoción en mi despierta.
No sólo por lo espectacular de tan sideral aventura, un viaje a Marte y la obtención por primera vez en la historia de una fotografía «detallada» de otro planeta, sino porque creo que la misma representa un ejemplo sintético y al punto de un espíritu aventurero que ya es hoy muy difícil de encontrar en agencias espaciales públicas.
El Programa Mariner, que, resumidamente, tuvo lugar entre 1963 y 1973 con el fin de enviar sondas robot a Marte, Venus y Mercurio, fue un hecho histórico en la carrera por incrementar el conocimiento humano.
Gracias al mismo no sólo se desarrollaron tanto nuevas tecnologías como teorías científicas, claro, se estaba haciendo algo que nunca nadie había hecho antes -salvo por los Soviéticos, pero todas sus misiones a Marte habían, hasta el momento, resultado en un rotundo y fulguroso fracaso- sino que además, y como ya se mencionó en el título de esta entrada, se logró obtener la primera fotografía en detalle de otro planeta.
Si bien hoy día la anterior afirmación pueda resultar hasta graciosa cuando consideramos las fotografías en alto detalle que la sonda Spirit nos envía de pequeñas piedras de unos pocos centímetros de largo desparramadas en la superficie marciana, en los tiempos de la Mariner 4, la segunda y por vez primera exitosa misión a Marte del Programa Mariner.
Los controladores de la misión no contaban con los veloces súper-ordenadores modernas, sensores digitales de imagen de alta densidad ni con las redes de gigantescas antenas tanto en Tierra como las redes satelitales que, en coordinado equipo, se encargan de hacer llegar a los centros de control en el mundo esas preciadas y detalladas imágenes de la superficie marciana enviadas por el Spirit.
No, sólo contaban con limitados equipos analógicos de computo, café y hojas y lapices, afirmación que no es exagerada, ya que la primera imagen que tenemos de otro planeta fue dibujada a mano por los impacientes controladores de la Voyager Telecommunications Section en Cabo Cañaveral.
Durante su viaje un error mecánico llevó a que la sonda confundiese a Canopus, la estrella que debía utilizar como guía para navegar hacia Marte, con otro punto de luz, por lo que nuestro metálico Ulises se desvió varios miles de kilómetros.
No obstante, la pericia y dedicación de sus controladores salvó la misión, y cuando la Mariner 4 llegó a las cercanías de Marte la misma pasó de modo de viaje a modo de ciencia planetaria, por lo que desplegó sus cámaras y antenas y con su atento ojo electrónico capturó al Planeta Rojo en todo su esplendor.
Rápidamente llenó su cinta magnética de datos con 22 imágenes tipo grilla pixelada de 200 lineas verticales por 200 puntos horizontales, las cuales ocupaban unos 634 kilobytes en su conjunto. Como nota al margen, y si bien la tecnología de la Mariner 4 puede nos puede resultar primitiva en nuestros días, el avance de la misma comparada a los días en los cuales Galileo Galilei comenzaba a estudiar en detalle al planeta Marte fue monumental.
Si bien 634K pueden ser bajados en menos de 1 segundo con una conexión de Internet moderna, a los operadores del centro VT les llevó unos cuatro días bajar la información y alimentar con ella un traductor que la convirtió en números impresos en tiras de papel con los cuales, luego, tendrían que alimentar otro dispositivo que finalmente recrearía fielmente la imagen en si misma. Sin embargo, no tendrían paciencia.
Impacientes, y deseosos de ver ya mismo los resultados, los controladores pegarían las tiras de papel en una placa iluminada y a mano pintarían cada número, representando una tonalidad, hasta completar la primera imagen de otro planeta alguna vez obtenida. El resultado, toda una obra de arte y un testamento a la curiosidad y el deseo de conocimiento.
Ciertamente uno de los legados de la exploración espacial pionera, y una muestra del entusiasmo y la gran dedicación de los grupos de científicos e ingenieros que hicieron posibles semejantes hazañas contando con tecnologías extremadamente limitadas y primitivas.
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