Experimentos llamativos del pasado
En Anfrix hemos hablado infinidad de veces sobre experimentos fuera de lo común y extraños, como por ejemplo el experimento para crear la «esposa perfecta», o los experimentos al borde de la ética como los realizados por el Dr. John Watson a mediados del siglo XX con el fin de determinar el origen de las fobias y el miedo. No obstante, el experimento científico, o, mucho mejor dicho, seudocientífico, a continuación es el más extraño de todos, ya que el mismo intentaba determinar si existía un cierto nivel de telepatía entre perros y humanos.
Si bien hoy en día éstos experimentos resultan ridículos a la mayoría de las personas, durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría varios poderes consideraron la telepatía como una potencial arma de guerra. Por ejemplo, la CIA invirtió millones de dólares en el Stargate Project, el cual fue la inspiración de la película Los hombres que miraban fijamente a las cabras .
La telepatía entre perros y humanos del Dr. Krall
Como mencionamos en el primer párrafo de este mismo artículo, nada se compara a los experimentos del científico alemán Karl Krall, quien durante los años 20 utilizó parte de su amplia fortuna, la cual hizo a partir de comprar y vender diamantes, para financiar una serie de experimentos relacionados a la telepatía, intentara no sólo enseñarle a hablar a los perros, sino también probar si la telepatía entre perros y humanos era posible. Esto con el fin de utilizar perros como espías.
Debemos tener en cuenta que durante finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX el espionaje vio una revolución tecnológica sin parangón. Desde los relojes cámara de los espías victorianos hasta las «palomas cámara» de los primeros años del siglo XX, las cuales como espías aéreos fotografiando las ciudades enemigas.
Krall, experto en pscilogía animal (recordemos a otro experto, el primatólogo soviético que intentó crear soldados híbridos chimapnze-humano) intentó utilizar radiación para detectar el «flujo de energía» que recorría entre dos cables conectados a una serie de electrodos que unían los craneos de un perro y un ser humano.
Si bien el experimento fue obviamente un fracaso, y prontamente el Dr. krall se dio cuenta que había despilfarrado una fortuna en equipos, asistentes e incluso sujetos de prueba que se sometían durante hora a sus pruebas, al menos nos dejó una fotografía más que interesante en la cual vemos a un hombre sentado con una especie de casco tubular (el cual nos recuerda a los cascos de aislamiento sensorial de mediados de siglo) junto a un perro utilizando el mismo casco mientras el Dr. Krall y su asistente intentaban determinar si, en efecto, se estaba dando un intercambio de pensamientos entre ambos.