Los cañones granífugos son una de mis curiosidades favoritas, no sólo porque las formaciones de los mismos, las cuales son empleadas con el fin de espantar las nubes de granizo, generan un paisaje salido de una historia del realismo fantástico, sino porque además su origen es digno de un cuento.
A finales del siglo XIX un vinicultor austriaco llamado Albert Singer desilusionado con la última tormenta de granizo que arrasó sus cultivos, fue a la biblioteca local y en la misma encontró un libro en el cual se detallaba en los estudios de un profesor italiano especializado en mineralogía un elaborado método para prevenir la formación de granizo utilizando correntadas verticales de gas mediante vórtices, el cual en parte disipaba las nubes y a su vez alteraba el flujo de aire en las nubes para así causar lluvia en vez de granizo.
Es así que Singer ideó un cañón de vórtice, que utilizando una carga de oxigeno y acetileno y un cono alargado conectado a un compresor de aire, se podía enviar un aro de gas al cielo y así poner en práctica el método anti-granizo.
Si bien hasta aquí parece una historia más de un hombre con una idea alocada, nuestro héroe anti-granizo, quizás ayudado por la suerte, logró que en 1896 ninguna lluvia de granizo tuviese lugar en su región. Empoderado con pedidos de orden para construir más cañones, al año siguiente construyó 30 nuevas unidades y, quizás con aun más suerte, otra vez y nuevamente ninguna lluvia de granizo se registró en su área.
La eficacia de los cañones granífugos corrió como reguero de pólvora, y tan solo un par de décadas más tarde miles de órdenes de cañones granífugos llevaron a que Singer deje la vinicultura y se vuelva un industrialista inmensamente rico. Según registros, sólo en Venecia para 1899 había entre 500 y 1650 cañones en uso.
Con el tiempo, debido a que en algunas oportunidades los cultivadores comenzaron a pensar que los dispositivos funcionaban, infinidad de modelos alternativos y mejorados comenzaron a construirse, y hoy en día varios de estos cañones continúan siendo utilizados en distintas plantaciones.
Aunque sea difícil de creer estos cañones se continúan, aunque en mucho menor medida, en nuestros días. El problema de los mismos es que para tener algún efecto, se necesitan al menos un par de docenas o más. Lo normal en el pasado era utilizar hasta 40 y 50 cañones anti-granizo, algo que en el día de hoy es extremadamente difícil. No obstante, el hecho de que hoy estos cañones se pueden potenciar con generadores y compresores de aire, hace que no se requieran conjuntos de cañones granífugos tan grandes como los del siglo XIX.
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