Poco antes de la segunda guerra la tecnología soviética estaba muy por detrás de los demás poderes, al punto que para entrenar a sus regimientos de paracaidistas, a faltas de aviones diseñados específicamente para éste tipo de tarea, los mismos debían utilizar bombarderos Tupolev TB-3, trepar hasta las alas y deslizarse como si fuese un tobogán. Con suerte, no impactarían contra el fuselaje o la alargada cola del avión.
Debemos aclarar el peligro de esta maniobra, ya que no hay sistema de abertura del paracaídas coordinado como en los aviones especialmente diseñados para paracaidistas militares, donde al saltar el tiempo de abertura del paracaídas está fijado por el mismo salto y no el paracaidista, lo que coordina así la abertura evitando choques en el aire.
Con el sistema utilizado por los soviéticos nada evitaba que un soldado abra su paracaídas un poco tarde y caiga sobre el paracaídas de otro soldado que ya lo había abierto, enredándose así y cayendo los dos a tierra a su inevitable muerte.
Este entrenamiento probaría ser de extrema utilidad para infiltrar fuerzas especiales rusas en territorio alemán durante los primero años de la guerra, sobre todo porque al ver un bombardero desde tierra, pocos sospechaban que en realidad se trataba de una inserción de hombres.
Ciertamente hubo varios accidentes, pero en uno de los momentos más cruentos en la historia de la humanidad esto fue visto como algo necesario por la supervivencia misma de su nación.
Un detalle curioso, vemos que los aviones no están volando a gran velocidad, ya que el viento mismo no los empuja fácilmente fuera del ala, lo que hacia este tipo de misiones aun más peligrosas ya que volar a tan poca velocidad los hacia blanco fácil de los sistemas anti-aéreos alemanes.
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