Ciertamente los estándares de seguridad en el trabajo y resguardo de la integridad han evolucionado, incluso, mucho más de lo que ha evolucionado la tecnología en éstos últimos casi cien años.
Sólo alcanza con ver cómo en los años 10, 20 y 30, pero los 20s principalmente, los distintos fabricantes de material antibalas demostraban en su material de publicidad la efectividad de sus productos, muchas veces utilizando a sus propios seres queridos (o quizás no tan queridos) como factor de riesgo.
Versión coloreada de la icónica fotografía de WH Murphy y su asistente de la Protective Garment Corporation of New York demostrando su innovador chaleco antibalas flexible en 1923. A diferencia de sus competidores, este chaleco era revolucionario, ya que dejaba de ser una pesada plancha de metal, por lo que los oficiales de policía de la jefatura estatal de Washington permanecían incrédulos.
Para demostrar que lo que anunciaban era cierto, decidieron entonces demostrar públicamente la efectividad del chaleco. El asistente debió soportar más de un disparo, ya que luego Murphy alentó a los jefes policiales a utilizar sus propias armas para demostrar que no se trataba de un truco. Este no es un detalle menor, ya que por más que se utilice un chaleco antibalas la fuerza cinética de las balas golpea el chaleco con gran fuerza y parte de esa fuerza se transfiere al cuerpo. Básicamente, es como si la persona vistiendo el chaleco fuese golpeada de un puñetazo. Eso es lo que el asistente de Murphy debió soportar una y otra vez mientras duró la prueba, siempre manteniendo una sonrisa como se puede ver en la fotografía por supuesto.
Soldados de la Triple Entente demostrando sus armaduras antibalas tras una prueba de fuego, Fuerte de la Peigney en Langres, Francia. La prueba fue realizada con los soldados vistiendo las armaduras mientras les disparaban con rifles de alto poder.
Estas armaduras no tuvieron mucho éxito, ya que dificultaban el movimiento y eran muy pesados. Dos factores que, debido a la guerra de trincheras que se peleaba en tiempos de la primera guerra, hacia que estas armaduras se convirtiesen en una desventaja en vez de una ayuda.
Elliot Wisbrod demostrando el escudo antibalas con el teniente Frank Ballou y Samuel Peterson sosteniendo el escudo. Este escudo fue disñado para los ingresos policiales sorpresa en destiladoras ilegales durante la prohibición.
Y por supuesto, el cristal antibalas era lo más difícil de probar, ya que mucha gente lo creía imposible. Casi todas las demostraciones siempre se hacían con alguien detrás del cristal, no sólo para demostrar que el mismo funcionaba como anunciado, sino también para demostrar que se confiaba plenamente en el producto.
Curiosamente esta no fue la única prueba sino una de muchas ya que las personas de la época no creían que un cristal pudiese detener balas. Razón por la cual dichas pruebas siempre debían realizarse con una persona detrás del cristal.
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