La humanidad y la propaganda
La propaganda es tan antigua como la civilización en si misma, de hecho, los Persas ya la practicaban hace más de dos milenios y medio e incluso la propaganda oficial era la norma en la gran mayoría de las culturas del pasado, como por ejemplo en Roma, donde se inventó el primer periódico oficial de la Historia.
En esta oportunidad hablaremos de uno de los primeros intentos de psicología social y manipulación a gran escala en la historia, el cual ocurrió a finales del siglo XVIII en una guerra entre británicos y franceses.
Los antecedentes, la invasión frustrada de 1759
Decididos a terminar con la Guerra de los Siete Años en 1759 mediante un golpe sorpresa y decisivo, los franceses planearon una estrategia que, según ellos, era la única manera de terminar con la guerra. Invadir las Islas Británicas utilizando más de 100 mil hombres y unos novedosos transportes de fondo plano que permitirían ignorar la armada británica por completo.
El problema era cómo desembarcar en las costas de un país con una armada tan poderosa. La idea del duque de Choiseul, hombre a cargo de la tarea, fue bastante creativa. Ignorar a la armada británica a través de la velocidad. Para esto se construirían cientos embarcaciones especiales de fondo bajo.
Una vez construidas estas veloces, y verdaderamente revolucionarias, embarcaciones, los cien mil hombres franceses junto con todo su equipo de combate y varios cargamentos con suministros esperarían en las costas francesas del Canal de la Mancha completamente alertas al el primer viento favorable para así lanzarse a la mar e iniciar la tan esperada invasión.
Nota: las costas francesas e inglesas están repletas de impresionantes fortificaciones debido a estas interminables series de guerras entre franceses e ingleses. Una de las más fascinantes es el Monte San Miguel, una verdadera fortaleza imposible de asediar.
El plan, en si, no era malo si funcionaba se lograría invadir las islas ignorando la armada británica por completo. Tras una serie de reuniones y negociaciones en secreto el duque de Choiseul logró el apoyo del gabinete francés. Ahora, no obstante, proseguía lo más difícil. Levantar un ejército de 100 mil hombres cerca del cabo de Gris-Nez y construir los transportes de fondo plano en secreto.
Vemos como las banderas francesas eran ilustradas con tonos brillantes para hacerlas lo más prominentes posible.
El problema para Choiseul y sus asistentes era que los británicos tenían una amplia red de espías dentro del gobierno francés, e incluso antes de que se construyera el primer transporte Lord Anson y el gabinete de guerra en Londres ya estaban al tanto de la invasión.
Los franceses, no obstante, no sabían que sus planes eran en vano, por lo que gastaron una fortuna construyendo más de 320 transportes y en entrenar especialmente a 50 mil soldados. Incluso tras una serie de simulacros determinaron que iban a poder cruzar lo suficientemente rápido para evadir a la armada británica.
Los planes terminaron siendo un fracaso, de hecho los británicos atacaron por sorpresa el astillero y puerto de Le Havre y destruyeron varios de los transportes y luego tras la batallas de Lagos y de la Bahía de Quiberon las pérdidas para los franceses fueron tales que se abandono la idea por completo. Incluso lograron desarticular todos los planes secundarios de los franceses como el instigar a los rebeldes jacobitas a tomar las armas y lograron matar al corsario Francois Thurot quien supuestamente iba a crear una enorme distracción naval el día de la invasión.
Peor aun, con el tiempo la población en general tanto de Francia como de Gran Bretaña se enteraron de la invasión y los franceses quedaron en ridículo.
La maquinaria de propaganda británica y los castillos flotantes
El fiasco de la invasión frustrada de 1759 quedó en la memoria popular tanto francesa como británica, y es aquí donde uno de los más astutos ataques de propaganda y algo que recién durante el siglo XX tendría nombre, es decir la guerra psicológica, del pasado tuvo lugar.
Décadas más tarde, más precisamente en 1798, durante las Guerras revolucionarias francesas, la propaganda británica jugó esta carta con el fin de disuadir a través de la baja moral a los franceses de incluso intentar considerar nuevamente una invasión naval a Gran Bretaña.
Aprovechándose del fiasco que significaron los transportes del duque Choiseul y la fortuna tirada a la basura que significó construirlos y entrenar a los soldados, varias imprentas británicas comenzaron a realizar impresiones de «barcos castillo» o «castillos flotantes» franceses tanto en inglés como en francés y a distribuirlas por Francia y Gran Bretaña.
La idea fue no solo reavivar el nacionalismo de los ingleses, sino además convencer a los ciudadanos franceses que cualquier plan de invadir Gran Bretaña navalmente era ridículo, algo sin sentido, y tan ridículo como la utilización de castillos flotantes, que terminaría siendo otro costoso fiasco como lo fueron los transportes de fondo plano del duque de Choiseul.
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