Hoy en día todo el mundo sentiría un pleno orgullo al recibir una ovación, de hecho, e irónicamente como ya veremos, decir que algo: «fue ovacionado» es sinónimo a decir que algo fue amplia y gloriosamente recibido. Curiosamente esto es producto de una degeneración conceptual a lo largo de la historia, ya que para un general Romano recibir una ovación no era exactamente algo como para sentirse muy orgulloso que digamos.
Cuando un general triunfaba en campaña y lograba eliminar a 5000 o más enemigos este, al volver a Roma, recibiría un Triunfo monumental. La ciudad se vestiría de fiesta, carrozas desfilarían y columnas y columnas de hombres y mujeres irían a vitorear al general triunfante. Generalmente un arco del triunfo era construido, por el cual la carroza del general pasaría por debajo. Los arcos solían tener escenas hechas con relieves en mármol de las batallas y conquistas del general siendo honrado. De manera curiosa estos arcos se convirtieron en una excelente fuente histórica para estudiar las armaduras y los armamentos de los soldados romanos y de los enemigos de Roma, ya que solían representar incluso detalles de hasta las formaciones y tácticas de combate de los poderes en batalla.
No solo la ciudad, sino que el general también se vestía especialmente para la ocasión, utilizando una imponente toga picta. Una toga de color púrpura adornada con finísimos hilos de oro en exquisitos patrones decorativos. El color púrpura en Roma era el color que significaba el poder, el imperivm de mando, y durante mucho tiempo estuvo legalmente protegido y reservado solamente para los líderes romanos.
Curiosamente los triunfos no podían darse en cualquier fecha. Los romanos eran extremadamente metódicos con respecto a cuando y donde podían realizarse los triunfos. En efecto, el fasti, es decir el calendario romano, tenía reservada una fecha especial en la cual ahí si podía conducirse el triunfo para honrar al general victorioso.
Otro detalle de importancia es que muchas veces a los enemigos capturados se los mantenía con vida y prisioneros durante un largo tiempo para así ejecutarlos durante el triunfo mismo. Por ejemplo, cuando Julio César derrotó al Vercingétorix tras la rendición de Alesia en octubre del año 52 aC., no fue sino hasta el año 46 aC., es decir casi 6 años más tarde, que se ejecutó a Vercingétorix durante el triunfo ofrecido a César en Roma. Esto claro, ya que inmediatamente tras la Guerra de las Galias, ocurrió la guerra civil romana, donde César se enfrentó a Pompeyo Magno y Marco Licinio Craso por el poder de Roma. Razón por la cual el triunfo a César debió posponerse durante varios años.
Era común así, que soldados enemigos sean desfilados por las calles de Roma, muchas veces con estos vistiendo las armaduras que utilizaban en el campo de batalla, así como el también mostrar las armas que estos utilizaban, sus emblemas, e incluso sus animales de batalla. Siempre mostrándolos de manera humillada, muchas veces haciéndolos pasar por debajo del yugo en reiteradas oportunidades a lo largo del desfile. Mostrando a los soldados romanos victoriosos.
Esto tenía una intención doble. En un lugar la de honrar al general victorioso, en el otro el de humillar a los enemigos romanos. Estos desfiles, no obstante, eran fiestas. La ciudad se adornaba, los concurrentes recibían comida gratuita, la música de trompetas y cornetas era omnipresente y era común que la gente vistiese sus mejores vestimentas y pertenencias así como la utilización de decoraciones florales.
El triunfo fue, ciertamente una de las tradiciones que comenzaron en Roma como una tradición simple festejar las victorias de la creciente y amenazada urbe, terminaron convirtiéndose en una herramienta política por excelencia a medida que la ciudad fue convirtiéndose en el mayor poder militar, económico y político del mundo.
La ovación
Sin embargo, si el general, cónsul, pretor o quien quiera que fuese el que hubiera comandado las tropas no hubiere llegado a matar 5000 mil o más enemigos, incluso si así fueran unos 4999, en honor a este solo se realizaría una modesta ceremonia y se sacrificaría una oveja en su honor.
Algo con lo que todos podemos estar de acuerdo que resultaba mucho menos grato y deseable por los generales. Oveja en latín, y no casualmente, se denominaba ovis. Como podemos ver ser «ovacionado«, palabra en Español que desciende de la latina ovatio que su vez proviene de ovis, no era un motivo de tanto orgullo para los romanos como lo puede ser para nosotros el día de hoy.
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